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miércoles, 30 de septiembre de 2020

El libro que no cambió el futuro, pero que merecía ser tenido en cuenta.

 








por Carlos Pissolito

Eduad Luttwak es un experto en estrategia que se gana la vida escribiendo libros, asesorando empresas y dando conferencias por el Mundo. Cree, por ejemplo, en la lógica paradójica de la guerra. La que, por lo general,  implica hacer en forma, aparentemente, ineficiente algo para ganar una ventaja sobre nuestros enemigos confundiéndolos. Concretamente, si nuestro regimiento tiene la opción de usar un buen camino o desplazarse a campo traviesa por un mal terreno, hay que  tomar el segundo. Con ello, no dice nada que no haya sido dicho por genios como Su Tzu o practicados por conductores como nuestro general José de San Martín. 

Por ello, Luttwak cree que la lógica de la estrategia contiene verdades que se aplican a todos los tiempos y lugares. Sus libros y artículos han dedicado seguidores entre académicos, periodistas, empresarios, oficiales militares y primeros ministros. 

Por ejemplo, su libro de 1987 “Estrategia: la lógica de la guerra y la paz” es un texto clásico leído en universidades y academias militares de todo el mundo. Su labor de asesoramiento oficial y no oficial, para el gobierno de Estados Unidos ha sido elogiada por generales y secretarios de estado. Es una figura conocida en los ministerios gubernamentales, en las páginas de las principales revistas y en la televisión italiana.

Pero, el libro de Luttwak que nos interesa no es uno nuevo, sino uno que fue escrito en 1993, bajo el sugestivo título: “El sueño de Estados Unidos se desliza hacia el tercer mundo”

En su desarrollo sostuvo que la economía estadounidense estaba decayendo en relación con otras potencias industriales del primer mundo; que el país carecía, cada vez más, de inversiones de capital y de una mano de obra altamente calificada; que su clase media se estaba reduciendo mientras la brecha entre los superricos y los pobres crecía rápidamente, mientras los norteamericanos debían luchar para pagar sus enormes deudas, renovando su deteriorado sistema de escuelas públicas y adoptando una política industrial propia para hacer frente a las de Europa y Japón.

Si bien, como se lee, el país que se menciona es Japón, bien podría reemplazarse, hoy, por China y la masa de sus argumentos seguirán siendo válidos. Ya que lo acusa a Japón de prácticas comerciales desleales; tal como, hoy, lo hace el Presidente Trump con China.

La tesis principal de Luttwak es que mientras que las naciones del Mundo, alguna vez, compitieron geopolíticamente, tras el final de la Guerra Fría ahora compiten geoeconómicamente. Desde este punto de vista, ya no es por territorio que los países miden su fuerza, sino por productividad industrial. Usando esa medida, él ve a los Estados Unidos como predestinado a convertirse en una economía del tercer mundo en la tercera década del próximo milenio, o una nación de trabajadores de líneas de ensamblaje de bajos salarios o consumidores de hamburguesas mal pagados.

Otra acertada predicción que hace Luttwak es el error de haber abrazado el multiculturalismo impulsado por lo políticamente correcto. Pone como ejemplo, las categorías étnicas y raciales que los maestros deben tener en cuenta para no ofender a sus alumnos.

¿Qué es lo que se debe hacer? Por un lado, insiste, que el sistema educativo público debe ser reformado mejorando el salario de los y recompensar a los estudiantes con buenos promedios. Por otro lado, el país debe promover las inversiones de capital eliminando lo que caracteriza como impuestos corporativos que inhiben la productividad.

Finalmente, los Estados Unidos deberían renunciar a su fe, sin sentido, en la ideología del libre mercado (tan dañina, dice, como un dogma marxista-leninista) y adoptar un aparato de política industrial para competir con el resto del Mundo.

.Conceptualmente, Luttwak no se molesta en refutar la base teórica de las teorías económicas  del libre comercio. Simplemente, las rechaza como poco aplicables en este contexto geopolítico.  Su punto no es si realmente la ideología del libre mercado es falsa; sino más bien, la ve como el desarme nuclear unilateral, que puede no ser del todo práctico en un mundo que adopta la visión opuesta.

Por último, lo que argumenta con mayor eficacia es que mientras las naciones del Mundo libran una guerra geoeconómica, los estadounidenses deben estar dispuestos a armarse adecuadamente, tal como lo hicieron cuando la geopolítica era el juego. 

Concluye que: "La elección que le queda a los Estados Unidos es entre la negociación exitosa de un desarme geoeconómico amplio y la lucha geoeconómica con toda su fuerza. La presencia inminente de corporaciones internacionales expansionistas, burocracias activistas y los gobiernos económicamente ambiciosos, ninguno de los cuales se encuentra en Main Street, en los EEUU o en los libros de texto de economía, requieren que se haga la elección y se actúe en consecuencia. No elegir es perder”.

Pero las actividades de Luttwak no son solo teóricas, ya que luego de convencer a tres amigos ricos, invirtieron en una hacienda con 3000 vacas y 19 mil Has de extensión en el Beni boliviano, frente a la frontera con Brasil. Pues como afirma:  “La vaca es la máquina más compleja de la Tierra, convierte la celulosa en huesos, carne y pezuñas. Mis vacas están más cerca de las gacelas.  No somos como los agricultores estadounidenses. No les damos drogas y la alfalfa que los enferma para conseguir carne veteada. Y no los matamos temprano. Los indios adoran a las vacas por la forma en que se congregan en la orilla del río por la noche. Es algo indudablemente místico y tiene sentido adorarlo ".

Una pequeña anécdota personal me une a Edward Luttwak. Siendo vecinos del condado de Maryland, EEUU, en los años del 11 S, me resultó fácil concurrir a sus seminarios y conferencias. Al término de una de ellas, cuando comprobó mi condición de argentino, me confesó -para sorpresa de los otros oyentes- que los EEUU se encaminaba a tener un futuro similar al de la Argentina de los 5 presidentes.

Cuando me interrogó sobre mi opinión. Me limité a decir que la Argentina es un gran país bajo una mala administración. Luego de reírse me dio toda la razón. 


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