por Carlos A. Pissolito (1)
INTRODUCCIÓN
Julius Evola |
La guerra como fenómeno social complejo ha fascinado siempre a los grandes pensadores. Desde Platón en “La República”, pasando por numerosos autores a lo largo de la Historia como Tucídides, Aristóteles, Tomás de Aquino, Francisco de Vitoria, Emanuel Kant -entre los más conocidos- y hasta otros tantos en nuestros días.
Sucede que como pocos sucesos humanos y aunque resulte una perogrullada decirlo, repetimos que ella concita lo mejor y lo peor de la conducta humana. Por el simple pero profundo hecho de que demanda de quienes la practican, no sólo la capacidad de matar a otro ser humano; sino la aceptación implícita de correr esa misma suerte en su cometido por lograrlo. Ya que, como lo sabe todo soldado lúcido, su oficio exige enfrentar a una “presa”, al menos tan inteligente y con la misma voluntad que nosotros mismos.
Precisamente, por estas características principales y por otras secundarias que no vienen al caso, sus distintas manifestaciones han sido el objetivo de las más recordadas empresas humanas. Medio para alcanzar un fin, pero -también- fin en sí misma. La guerra ha dado lugar a magníficas obras literarias de corte épico, bellos monumentos escultóricos, obras pictóricas y piezas musicales de renombre.
Tampoco, por ello mismo, ha escapado al continuo escrutinio del mundo de las ciencias, desde la Psicología hasta la Historia, pasando por la Sociología y la Filosofía. Precisamente, una obra del autor italiano contemporáneo de orientación tradicionalista Julius Evola, titulada “Metafísica de la Guerra”, nos ha impulsado a escribir este opúsculo, con el que tenemos la pretensión de hacer algo similar, pero desde la perspectiva de la novel ciencia de la Metapolítica.
Lo hacemos, también, motivados tras las clases del Seminario de Metapolítica, dictado por el Doctor en Filosofía, Alberto Buela, quien nos ha dado algunas pistas para nuestra tarea intelectual.
Para poder concretarlo, vamos a definir, primero, si existe una ciencia que tenga por objeto el estudio de la guerra. Y, a continuación, cómo se relaciona ésta con la ya mencionada Metapolítica. Porque si para Evola es posible una Metafísica de ella; también, debe haber espacio para lo que proponemos nosotros.
DESARROLLO
Una ciencia de la guerra
El tratamiento del tema nos exige saber si el fenómeno guerra puede ser estudiado por una ciencia que merece ese rango. La dificultad para hacerlo, correctamente, surge de la imposibilidad de estudiar a la misma en su propio entorno; ya que ella se desarrolla de un modo caótico y no siempre susceptible al estudio mediante una experiencia directa. Al contrario de lo que ocurre con otras cuestiones científicas; la guerra, aún para el más entusiasta de sus estudiosos, no se encuentra, plácidamente, disponible para su observación. No se le puede encontrar en laboratorios, talleres o en cualquier otro lugar que no sea en medio de las condiciones aleatorias y nada cómodas, de un campo de batalla. Si a estos hechos, le sumamos el carácter reservado de ciertas investigaciones y la diversidad de las teorías explicativas que pretenden gobernarla, muchas veces contradictorias; veremos la dificultad de hablar de la guerra en forma unívoca.
Ello nos impondrá, ab initio, realizar una investigación sobre su dominio objetivo y sobre su dignidad como ciencia autónoma. Para ello se hace imprescindible determinar el horizonte problemático que debería abarcar el objeto de una ciencia que estudie a la guerra, en cuanto que toda ciencia tiene uno que le es propio, sobre el cual se interroga y sobre el que investiga continuamente. Además, toda ciencia se diferencia de las otras, además, por el modo específico en que se cuestiona e investiga su objeto propio.
Paralelamente, es lícito interrogarse si el horizonte problemático de una ciencia de la guerra ya pertenece al ámbito de otras ciencias; en cuyo caso, deberemos determinar, si las cuestiones investigadas por una supuesta ciencia de lo militar están subordinadas a otros saberes o, a su vez, si a lo militar se le subordinan.
Por todo lo expresado, es necesario definir cuál es el objeto de ella. Pues, será el punto de origen que fundamentará su estudio como una ciencia independiente. En principio hay que aceptar como evidente que la guerra es el objeto de estudio de una ciencia conocida como Estrategia.(2) Tanto del fenómeno genérico guerra, designado uno con “G” mayúscula y que trata del enfrentamiento de Estados a través de sus respectivas fuerzas armadas; y de otra multiplicidad de fenómenos de numerosas formas de guerra con “g” minúscula y que se corresponden con el enfrentamiento de actores no estatales, ya sea contra ese mismo Estado o entre ellas mismas.
Al respecto, el sociólogo francés Gaston Bouthoul, refiriéndose a la primera de ellas, la definía como: “el más espectacular de los fenómenos sociales”. (Monográfico de Empresas Políticas). Por su parte, el conocido profesor de Historia militar israelí, Martin van Creveld, pensando en las segundas, las catalogaba con un nombre medieval: “la guerre geroyante”. ("La Transformación de la Guerra", p. 252).
Más recientemente, se ha abierto una tercera categoría destinada a englobar a las denominadas guerras híbridas, las que como su nombre lo indica, abarcan en su constitución a ambas especies de guerra. Las con “G” mayúscula y las con “g” minúscula.
Establecida el objeto de una ciencia que tiene por objeto el estudio de la guerra y que denominamos Estrategia, nos proponemos, ahora, hacer un breve enunciado de las principales concepciones rectoras de su estudio. A saber:
La concepción clásica occidental que se concentra sólo en las guerras estatales que respetan la trilogía sostenida por Carl von Clausewitz y que establece una separación tajante entre el Estado, sus fuerzas militares y el pueblo.
La concepción oriental que tiene su origen en el filósofo chino Sun Tzu, mejor orientada a una visión más moral y menos material de los enfrentamientos bélicos y, por lo tanto, mucho más flexible que la anterior.
Y la ya enunciada posición híbrida que busca nutrirse de las enseñanzas de ambas escuelas. La que hoy es practicada, especialmente, por las escuelas de conducción militar rusa y china.
Por nuestra parte, reivindicamos una teoría realista de la Estrategia en el marco de la clasificación de las ciencias establecida por Aristóteles. En función de ello, la designamos como una ciencia con características prácticas y productivas subordinada a la Política y que tiene como objeto entender sobre la guerra en todas sus manifestaciones. Pues, es a ella a quien le toca dilucidar tanto las dimensiones activas como las productivas, que todo saber práctico abarca.(3)
Específicamente, la Estrategia, en el marco de una concepción realista, tiene su punto de partida y su término en la verdad práctica u operativa, entendida como la conformidad del entendimiento con la recta intención de la voluntad del conductor militar. En razón de ello, entiende a lo estratégico en relación con lo verdadero y con lo bueno; y en consecuencia, no puede eludir interrogarse acerca de los fines últimos de la acción militar. En tal sentido, se muestra como totalmente subordinada de la Política, como ciencia arquitectónica de lo posible en el marco de lo ético. Lo que hace plausible nuestra pregunta inicial si una ciencia de lo militar, para nosotros la Estrategia, puede formar parte del campo de interés de la Metapolítica.
La guerra y la Metapolítica
Como lo ha repetido el Profesor Alberto Buela a lo largo de las clases del seminario: “La Metapolítica es la disciplina que va más allá de la Política, que la trasciende, en el sentido que busca su última razón de ser”. (4) De nuestra cosecha agregamos, que de todas sus variantes posibles para la Metapolítica, optamos por la posición del tradicionalismo esotérico; ya que intenta hacer Metapolítica como una suerte de Metafísica política; lo que nos acerca a la obra ya citada de Julius Evola, “Metafísica de la Guerra”. Tal como lo expresó, en una de sus clases, Aldo La Fata, cuando se explaya sobre las ideas de Silvano Panunzio, nosotros, también, preferimos ser catalogados de visionarios antes que de miopes.
Concretamente, Evola centra su análisis en una justificación de la guerra desde la perspectiva del “héroe”. Trae en su apoyo lo que él denomina: “la doctrina de la cuatripartición en todas las civilizaciones tradicionales que da origen a cuatro castas diferentes: siervos, burgueses, aristocracia guerrera y detentadores de la autoridad espiritual”. (op cit., p 1)
Para ello cita textos pertenecientes a las diversas concepciones de “Guerra Santa” presentes en los ideales guerreros de la Roma clásica y continuados tanto por la caballería andante cristiana como por la islámica. Además, agrega el ciclo heroico indo-europeo del Bhagavad-Gita. Nosotros, le sumamos como posible, el de la Guerra Santa judía, presente en todo el Antiguo Testamento.
Sea como sea, se trata de una relación del héroe individual con su divinidad y de la necesidad de transitar una ascesis guerrera para alcanzar el Cielo, el Paraíso o el Valhalla. Nosotros por el contrario estamos interesados en las vinculaciones de la Estrategia como ciencia tanto con la Política como con la Metapolítica.
Todos sabemos que un ejército moderno es un todo complejo integrado por una variada gama de medios; con capacidad para ejecutar diversas operaciones militares, en distintos ambientes operacionales y que implican distintos niveles de comando ejercidos por personas con distintos niveles de responsabilidad moral sobre las operaciones militares. Por lo tanto, no es difícil deducir de ello, que la ejecución de dichas operaciones exige el dominio de distintos hábitos racionales necesarios para su conducción.
Dentro de estos hábitos hacemos una necesaria distinción, entre aquellos que caracterizan a los mandos bajos y medios y que sólo alcanzan a la virtud intelectual denominada arte. En este caso, lo denominamos arte militar; (5) ya que tiene por género a las artes del bien útil y por diferencia específica a la victoria útil. Decimos victoria útil; porque al ser el arte militar una actividad productiva, es moralmente neutra, y como tal, sólo tiene que ver con la moral en aquello que es común a todas las actividades humanas. Y en este sentido lo subordinamos a la Política, entendida ésta como el arte de lo posible.
Pero, en un plano superior de la conducción estratégica, nos vemos obligados a definir a la conducción militar que la ejerce no como un orden dado, sino como uno encomendado; vale decir, que se trata de un problema de configuración entre las posibilidades (dimensión cognoscitiva) y una decisión concreta (dimensión práctica). Esto es así en los niveles superiores de la conducción militar, porque esta concepción tiene su punto de partida y su término en la verdad práctica que está regulada por la certeza práctica, (6) entendida como la conformidad del entendimiento con la recta intención de la voluntad. En razón de ello, entendemos a lo estratégico en relación con lo verdadero y con lo bueno; y en consecuencia, no puede eludir interrogarse acerca de los fines últimos de la acción estratégica. Por consiguiente, el conductor estratégico no sólo debe contar con conocimientos técnicos adecuados, sino que debe cultivar su prudencia militar, entendida ésta como un conocimiento práctico destinado a la conducción suprema de las operaciones militares, en pos de la victoria justa.
A continuación, creemos que resulta de interés fijar los términos generales de la relación de lo militar con la vida política de la República. Al respecto, pueden agruparse dos grandes posturas básicas opuestas. Por un lado, la posición clásica, encarnada por el pensamiento realista, que establece la mutua e inseparable pertenencia de lo militar a lo político y, por lo tanto a lo metapolítico; y la positivista, que entiende a lo militar en forma utilitarista. En el marco de la doctrina realista, ya Aristóteles, en su obra “Política” (Cap. VII); Tomás de Aquino, en “De regimine principum ad regem Cypri”, fijaron las características de esa sociedad particular que son los ejércitos.
Estas ideas han sido retomadas, contemporáneamente, por Mario Sacchi (“Aristóteles y Santo Tomás de Aquino y el orden militar”), quien afirma que esta doctrina sostiene: que si el poder militar no está solidariamente unido al gobierno de la ciudad, las FFAA se convierten en fuerzas dañinas para el orden político. Así las leyes deben saber mantener un armónico equilibrio entre el poder militar y la autoridad política. Pues los ejércitos, al estar organizados y operar en función del poderío masivo de sus tropas, adquieren por ello, un carácter corporativo, propio de su finalidad, que imposibilita conservar el orden de la ciudad si sus autoridades políticas no cuentan con la obediencia total de dicho actor social relevante. En conclusión, para el pensamiento clásico el orden militar se funda en dos principios: en la prudente prosecución del poder político del bien común y en la coherencia de las acciones de la corporación militar bajo el mando de la máxima jerarquía castrense. Y que, en consecuencia, colocan a los niveles superiores de la conducción militar en el ámbito de la Metapolítica, ya que ella se interroga sobre las condiciones ý finalidades últimas de la acción política.
La otra concepción política, contraria a la señalada hasta aquí, la del Positivismo jurídico; establece, otras definiciones y relaciones entre los términos estudiados. Por ejemplo, el jurista germano Hans Kelsen, en su conocida obra “Peace Through Law”; establece un criterio sólo utilitario de lo militar. Este criterio busca limitar la beligerancia entre los Estados, al sostener la idea de mostrar dividido al Estado de la autoridad política que lo conduce y, consecuentemente; derivar de ello la ausencia de vinculación política de lo militar, con dicha autoridad.
CONCLUSIÓN
En función de todo el desarrollo anterior vemos la necesidad de remarcar la distinción ya efectuada entre arte y ciencia militar. Entre victoria útil y victoria justa. Con el arte y su correlato de la victoria útil adscrita a la acción política; pero con la ciencia militar propia del estratego, y su hábito propio la prudencia militar, vinculado a la Metapolítica.
Procediendo de esta forma se logran dos efectos concretos, a saber:
1ro Que las acciones militares a cargo de los mandos bajos y medios queden sujetos sólo a lo que tienen en común con cualquier individuo que deba actuar como un agente del Estado por lo que están, naturalmente, relacionados con las prácticas políticas de ese mismo Estado.
2do Que las acciones militares a cargo de los altos mandos militares estratégicos queden bajo la luz de aquellos que son parte esencial a la razón moral de los actos de gobierno ordenados a obtener y asegurar el bien común de la sociedad política por lo que se los debe vincular con la Metapolítica.
Si no siguiéramos esta distinción nos encontraríamos con una seria gama de problemas concretos para la conducción militar de las operaciones. Pues, sería tanto un error atribuirle sólo un carácter utilitarista a la Estrategia y así desvincularla de lo ético; como hacer que todas los mandos militares, en forma independiente a su rol, sean éticamente responsables por acciones que vayan más allá de las normas éticas comunes a todos los individuos.
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BIBLIOGRAFÍA
- BUELA, Alberto y otros. “Seminario de Metapolítica”. Escuela de Disenso, virtual, 8 clases.
- EVOLA, Julius. Metafísica de la Guerra. PDF, http://www.esolibri.it/TESTI%202/JULIUS%20EVOLA/Metafisica%20de%20la%20guerra%20-%20Evola,%20Julius%20-%20.pdf
- LA FATA, Aldo. “Metapolítica”. Trad. Horacio Cagni. https://drive.google.com/file/d/1Rm5LMvVrLzadx_h1T-IXrsMIYJNmm4bU/view?usp=sharing
- PISSOLITO, Carlos. “La Prudencia y el Arte Militar. Una metodología y una pedagogía para la toma de decisiones”. Ed. Dunken, Bs As, 2001.
- Coronel (R) Ejército Argentino: Lic. en Estrategia y Organización y Postgrado en Defensa en el Institute of World Politics de los EEUU. Fue agregado militar adjunto en los EEUU y director del Centro Argentino para el Entrenamiento de Operaciones de Paz. Dicta conferencias internacionales en manejo de crisis complejas y de reforma del sector Defensa y Seguridad. Es autor de varios libros y de numerosos artículos sobre estos temas.
- La conducción de la guerra es normalmente conocida como Estrategia. La palabra viene del griego stratos, que significa ejército. De estratos viene strategos, general, así como strategeia que dependiendo del contexto puede ser campaña, generalato u oficina del general. De stratos, también, viene strategama. En lenguaje moderno, su mejor traducción es treta o estratagema, la que tanto puede estar dirigida al enemigo como a las propias tropas. Definida por los diccionarios de fines del siglo XVIII y principios del XIX, la Estrategia significa todo lo que tiene lugar en una guerra antes y después del choque físico de las fuerzas. En consecuencia, la estrategia ha adquirido un aura de misterio; ya que, supuestamente, requiere de facultades mentales diferentes y más elevadas que aquellas necesarias para el fragor del combate. Los talentos en cuestión son considerados como del dominio exclusivo del comandante en jefe. Con el tiempo se vieron concentrados en un cuerpo de hombres especialmente entrenados, conocidos como los integrantes del estado mayor.
- Son estas dimensiones las dimensiones establecidas por Aristóteles de lo agible y lo factible. Entendiendo nosotros por agible a toda actividad que se realiza dentro de un comandante militar que la ejerce y por lo factible a toda actividad inteligente destinada al control de las operaciones militares. De esta distinción surge la necesaria atribución de la conducción estratégica al campo de lo agible y a la ejecución de las operaciones militares concretas al de lo factible.
- Del mismo seminario extraemos que como su nombre lo indica en griego thá methá politiká, la Metapolítica es la disciplina que va más allá de la Política, que la trasciende, en el sentido que busca su última razón de ser. Es una disciplina bifronte pues es filosófica y política al mismo tiempo. Pero que por su carácter plurivalente está obligada a emitir juicios de valor y no solamente juicios descriptivos. Al tiempo que por su propia índole exige el acceso a la política.
- En el marco de la concepción que proponemos, el arte militar es un hábito operativo destinado a la ejecución de las operaciones militares tácticas. En este sentido, se diferencia de la conducción estratégica que tiene por finalidad establecer los medios para alcanzar los fines establecidos por la Política para las operaciones militares en su conjunto. Mientras que la táctica es un conocimiento estructurado y formal, la conducción estratégica no lo es.
- El tema de la certeza en las decisiones es un tema complejo que exigiría numerosas precisiones, ajenas a este trabajo; pero valgan de muestra las siguientes: 1) la certeza es un término análogo, vale decir que acepta varias acepciones, como la de objetiva y la de práctica; 2) la certeza objetiva es la propia del conocimiento especulativo, como tal, es perfecta y se opone directamente a la duda. 3) la certeza psicológica o práctica es la que se deriva del saber práctico; no es solamente cognoscitiva, como la anterior, sino que es además directiva de la voluntad; y como tal no tiene el carácter indubitable de la certeza objetiva; sino sólo la recta intención en el obrar.
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