COMENTARIO: Martin van Creveld recalcula y tras un artículo anterior en el cual anunciaba una debacle de Rusia. Ahora, le asigna probabilidades de que obtenga -al menos- sus objetivos más inmediatos y sencillos. El resto está por verse.
As I If...
por Martin van Creveld
Primero, un descargo de responsabilidad. El presidente Putin no ha estado susurrándome al oído ni apareciendo en mis sueños. Tampoco sus asesores, mayores o menores, civiles o militares, oficiales o extraoficiales. Tampoco, por otro lado, confío necesariamente en ninguna de las fuentes habituales mencionadas por los medios occidentales. Es decir, los servicios de inteligencia de sus propios países, los informes de sus periodistas y camarógrafos sobre el terreno, historias contadas por soldados ucranianos, historias contadas por ucranianos locales, historias supuestamente originadas en prisioneros de guerra rusos, etc. Todas estas diferentes fuentes y muchas otras, además tienen sus límites. Muchos también tienen un blanden un hacha: negar las atrocidades rusas o enfatizarlas tanto como sea posible. Es como el dicho popular. En la guerra, en cualquier guerra sin excepción, la primera víctima es la verdad.
Dicho esto y teniendo en cuenta no solo las declaraciones de Putin, sino también algunos conocimientos de la historia rusa —que se obtuvieron, entre otras cosas, investigando y escribiendo mi libro recién publicado, "I, Stalin" —, me parece que, al invadir Ucrania, Putin y a sus asesores se les puede atribuir una serie de objetivos. Aquí se enumeran los que creo y a los que se enumeran en un orden de importancia ascendente.
Primero, arrebatarle el Donbass a Ucrania y establecer un control total sobre él. Como señaló el propio Lenin durante sus últimos años, el Donbass, en virtud de sus vastas reservas de carbón y mineral de hierro, ha tenido durante mucho tiempo el potencial de convertirse en una zona industrial de primera clase. Para utilizar esas reservas, todo lo que se necesitaba era organización, organización bolchevique. Bajo Stalin y a partir de la adopción en 1928 del Primer Plan Quinquenal, las ruedas comenzaron a girar. Excepto durante la 2da GM, cuando los alemanes ocuparon la región y la arrasaron casi hasta el último ladrillo y el último tubo de metal, han seguido girando hasta el comienzo del conflicto actual. De todos los objetivos de Putin, este es el más probable de lograr.
En segundo lugar, establecer un puente terrestre entre Rusia y el Mar Negro. Hace mucho tiempo, fue Federico el Grande de Prusia quien dijo que una provincia a la que se tenía acceso por tierra valía diez veces más que una a la que no existía ningún vínculo terrestre. Las dificultades de Rusia para llegar a un puerto libre de hielo durante todo el año son un asunto histórico. Ocupar el corredor entre Mariupol y Crimea contribuirá, considerablemente, a resolver el problema. También complicará, enormemente, cualquier futuro intento de Ucrania de recuperar Crimea, a la que en 2014 anexaron los rusos. Considero que es posible que Putin logre este objetivo.
En tercer lugar, en el camino hacia el logro de estos objetivos, asegurándose de que cualquier futuro régimen ucraniano siempre sirva ante todo a los intereses rusos. Presumiblemente esto significaría: A. Una especie de gobierno colaboracionista en Kiev; y B. Establecer bases militares dentro del país para controlarlo mejor si es necesario. Brevemente, algo similar al sistema que usaron los soviéticos entre 1945 y 1989 para gobernar a sus vasallos de Europa del Este. En el estado actual de las cosas, es casi seguro que este objetivo no se logrará.
Cuarto, nunca olvides que Rusia sin Ucrania es un país; Rusia con Ucrania es un imperio. Como Putin ha dicho muchas veces, su objetivo es revertir la "catástrofe" de 1989-1991 cuando la Unión Soviética perdió su zona de seguridad al Oeste, así como muchos otros territorios. Tampoco se trata de un asunto baladí. Durante la Guerra Fría la distancia entre el río Elba, que marcaba la frontera entre Oriente y Occidente y Moscú rondaba los 2.000 kilómetros. Con la antigua Alemania Oriental, los Países Bálticos, Polonia, Eslovaquia, Hungría, Rumania y Moldavia escapando al control de Moscú, esa distancia se redujo a la mitad; si Ucrania también se convierte en parte de la OTAN, se reducirá a alrededor de 850. Ahora, una zona de seguridad de 850 kilómetros de ancho puede parecer suficiente para la mayoría de los no rusos. Ciertamente lo hace para un israelí que creció en un país de solo 16 kilómetros de ancho en su punto más angosto. Pero quizás los rusos, que dos veces durante el siglo XX vieron invadido su país y que sufrieron decenas de millones de muertos como resultado, pueden ser perdonados por pensar de manera diferente. Ciertamente, Putin no es el único que piensa en esos términos. Navegando por la red, recientemente, me encontré con un supuesto plan estadounidense para ocupar Marte como un paso necesario para proteger a los EEUU contra un ataque combinado ruso-chino lanzado desde la luna. ¿O era al revés? De todos modos. Es casi seguro que este objetivo tampoco se logrará.
Quinto, asegurar para Rusia el tipo de respeto al que, en virtud de su tamaño y poder y desarrollo y logros culturales, siente que tiene derecho. La subestimación y el desprecio crónicos de Occidente por Rusia, que percibe como un país atrasado que carece tanto de un buen gobierno como de muchas de las comodidades de la vida civilizada, también es un asunto histórico. Desde hace unos trescientos años, la intelligentsia rusa —traducible más o menos como la parte de la población que tiene cierta educación y está interesada en ideas que van más allá de las directamente relacionadas con las preocupaciones diarias de la gente— ha sido consciente de ello y la ha resentido. Este objetivo tampoco se logrará; en todo caso, todo lo contrario.
Sexto, como resultado directo de todo esto, asegurar para Putin personalmente lo que considera su posición legítima como heredero de Alejandro Nevsky, Iván el Temible (no el Terrible, según me han dicho), Pedro el Grande, Catalina la Grande y Stalin. Nevsky, por hacer retroceder a los estonios, suecos, daneses y la Orden Teutónica. Iván, por derrotar a los livonianos y a los tártaros, así como por fundar, efectivamente, el Estado ruso con su centro en "La Tercera Roma", como a veces se llama a Moscú. Pedro, por hacer retroceder a los suecos y a los persas, así como por sus heroicos esfuerzos para mejorar a una Rusia recalcitrante y modernizarla. Catalina, por anexar Ucrania (fue bajo su gobierno que el poder ruso llegó por primera vez al Mar Negro); así como la parte del león de Polonia. Stalin, porque fue bajo su régimen que Rusia/Unión Soviética alcanzó la cima de su poder, haciendo temblar al resto del mundo frente a ella. De todos los objetivos de Putin, este es el menos probable de lograr.
Un último punto. Vistos a través de los ojos occidentales, estos y todos los demás gobernantes rusos eran autócratas de la peor calaña cuyos instrumentos más importantes de gobierno (para señoritas) eran el knout, el campo de trabajo y la soga del verdugo. Pero no es así como el propio Putin ve las cosas. Según él, los rusos no necesitan ni el liberalismo ni la democracia. La razón es que, a diferencia de los occidentales, confían en sus líderes.
Entonces, afirma, así ha sido en el pasado. Y así, sin duda, espera que sea en el futuro.
Traducción: Carlos Pissolito
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