As I If...
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por Martin van Creveld
Como saben muchos lectores de este blog, la OTAN y los EEUU han estado presionando a Suiza para que abandone su política de neutralidad de larga data y se una a ellos para apoyar a los buenos, inocentes y democráticos ucranianos contra los grandes y malos rusos. Por el contrario, muchos medios suizos, reacios a ver a su país embarcarse en ese camino, se han erizado de historias que, siendo menos que halagadoras para Ucrania, no siempre son fáciles de encontrar en fuentes en inglés. Basado en un artículo de "Weltwoche", un semanario suizo moderadamente derechista, los siguientes son resúmenes de algunas de esas historias.
En Occidente, los términos “Rusia” y “oligarcas” se consideran casi sinónimos. De hecho, sin embargo, Zelensky de Ucrania es tan dependiente de los patrocinadores asquerosamente ricos y que no siempre son agradables y amables, como lo es su rival Putin. A cambio, tan pronto como llegó al poder en abril de 2019, comenzó a impulsar un programa integral destinado a privatizar tierras estatales. 40 millones de hectáreas, nada menos. Continuando con las políticas implementadas originalmente cuando Ucrania obtuvo su independencia en 1991, esta reforma estuvo acompañada de otras: incluidos recortes en los servicios sociales, cambios en la legislación laboral destinados a favorecer a los empleadores a expensas de los trabajadores, y más. ¿El resultado? En 1991 su renta per cápita era ligeramente superior a la de Rusia. Durante los siguientes treinta años se redujo a solo un tercio de esa cifra. No es de extrañar que, cuando estalló la guerra en febrero de 2022, el apoyo público a Zelensky se había reducido en dos tercios.
De nuevo en Occidente, los términos “Rusia” y “corrupción” se consideran casi sinónimos. De hecho, sin embargo, hay poco que elegir entre la corrupción rusa y la que prevalece en Kiev. Según una fuente citada por Weltwoche, en 2015 Ucrania era el país más corrupto de Europa. Seis años después, Transparencia Internacional, una organización con sede en Berlín, la ubicó en el puesto 122 del mundo, apenas por delante de Rusia. La corrupción, según Weltwoche, es endémica: en los ministerios, en la burocracia, en los servicios públicos, en el parlamento, en la policía y, ¡sorpresa sorpresa!, incluso en el Tribunal Superior encargado específicamente de combatirla. Se dice que el propio Zelensky recibió millones de patrocinadores cuestionables dentro y fuera del país; parte del dinero se registró a nombre de su esposa y parte se depositó en el extranjero. Entre los implicados estaba Hunter, el hijo del presidente estadounidense Joe Biden. Presumiblemente, fueron estas contribuciones las que, entre otras cosas, permitieron que Zelensky pasara algunas de sus vacaciones no en los Cárpatos o en las costas del Mar Negro, ambas áreas de vacaciones de primer nivel, por cierto, sino en el tipo de centros turísticos occidentales. que cobran decenas de miles de dólares por noche.
Cuando Putin proclamó que uno de sus objetivos era “desnazificar” Ucrania, los medios occidentales se apresuraron a señalar que el mismo Zelensky es judío o, en todo caso, tiene raíces judías. Eso es cierto, pero dos puntos parecen valer la pena. Primero, esas raíces judías son bastante remotas y, dentro de Ucrania, rara vez se mencionan. En segundo lugar, como puede verse claramente por los tatuajes que llevan en la cara, el tronco, los hombros y los brazos, muchos de los partidarios más decididos de Zelensky se identifican con los nazis, Hitler y las SS específicamente incluidos. Al menos uno, el jefe del llamado Cuerpo Nacional (y una vez miembro del parlamento) Andryi Bilestsky, ha ido tan lejos como para declarar una cruzada contra los esfuerzos dirigidos por los judíos de los pueblos "infrahumanos" para acabar con la raza blanca. De hecho, las organizaciones de derecha ucranianas no son diferentes a las milicias estadounidenses. Excepto que están mucho mejor organizados, armados y entrenados; y excepto que, en lugar de ser marginales a la vida política del país, forman el pilar indispensable del régimen de Zelensky.
Incluso antes del comienzo de la guerra, el propio régimen de Zelensky mostraba signos de volverse cada vez más autoritario. Los políticos de la oposición, acusados de cooperar con el enemigo, han sido intimidados, secuestrados y, en ocasiones, baleados. Los medios de oposición han sido cerrados, los partidos de oposición prohibidos.
Los arrestos, los tribunales improvisados e incluso la tortura se han generalizado. Es cierto que las tropas ucranianas no abusaron tanto de la población civil como las rusas (al no operar en territorio ruso, simplemente no tuvieron la oportunidad). Sin embargo, los abusos que tuvieron lugar fueron peores como, por ejemplo, cuando los milicianos ucranianos, actuando a plena luz del día, capturaron a conocidos izquierdistas, los desnudaron y los golpearon. Si bien Occidente se ha centrado en el maltrato ruso de los prisioneros de guerra ucranianos (y a algunos extranjeros), ha ignorado los casos en que las tropas ucranianas abrieron fuego contra los prisioneros rusos.
El artículo de "Weltwoche" que me sirvió de base para este post ocupa cuatro páginas de alemán denso. Los reduje a solo ochocientas palabras, la longitud normal de un artículo de opinión. De ninguna manera quiero dar a entender que Rusia tiene razón y Ucrania no. Solo, tal vez, que ambos lados no son tan diferentes como generalmente se cree que son, y que, a medida que pasa el tiempo, cada vez lo son menos.
Traducción: Carlos Pissolito
1 comentario:
La invasión rusa a Ucrania es un acto propio de un imperialismo. La OTAN y los EE.UU., al igual que los rusos, deben sacar sus garras de Ucrania. El futuro de Ucrania deben ser resueltos por el propio pueblo ucraniano
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