por Carlos Pissolito
Faltan unos tres meses para la Copa del Mundo en Catar. Ocasión de seguro regocijo o decepción -todo en función del resultado final-; pero de segura feliz expectativa para muchos argentinos.
Se va a realizar en un país exótico y sin tradición futbolera alguna, pero rodeado de un halo de misterio y, también, de fundadas sospechas sobre aspectos vinculados con su organización y hasta con su feliz desarrollo.
Para empezar, está el tema de sus temperaturas extremas, pero lo que parece haber sido solucionado mediante el expediente de la elección de su realización en el otoño y no en la primavera boreal. Además, del nada despreciable esfuerzo de emplear tecnología de refrigeración capaz de reducir la temperatura dentro de los estadios en 20 grados centígrados respecto a la temperatura ambiental.
Para seguir, lo que -también- parece ser un evento solucionado y clausurado fueron las acusaciones de que la designación de tan extraño país como sede había respondido a un acto de corrupción por parte de la FIFA. Al respecto, la propia asociación que maneja al fútbol mundial contrató una auditoría externa para despejar estas dudas. Al efecto, contrató en el 2012 a Michael J. García, un antiguo fiscal general de los Estados Unidos.
García hizo su investigación y publicó un sumario del informe. En pocas palabras, absolvió tanto a Catar de cualquier irregularidad durante la licitación para la Copa del Mundo. Como era de esperarse la FIFA acogió al informe con beneplácito; pero buena parte de la prensa deportiva especializada lo vio como un simple blanqueo.
En forma paralela, otro informe de la Confederación Sindical Internacional, fechado en 2015, estimó que habría cerca de 7.000 trabajadores muertos antes del inicio del mundial, fruto de malas prácticas laborales. Ellas se atribuyeron a un particular sistema de trabajo conocido como “kafala” o "sistema de patrocinio" . Un sistema de explotación utilizado para monitorear trabajadores migrantes, principalmente, dedicados a la industria de la construcción; pero que -en la práctica- conforma un sistema de semiesclavitud. De acuerdo a “The Economist”: "Es poco probable que la suerte de los trabajadores migrantes mejore hasta que se reforme el sistema kafala, por el cual los trabajadores están en deuda con los empleadores que patrocinaron sus visas. El sistema bloquea la competencia interna para los trabajadores extranjeros en los países del Golfo".
Para terminar, vamos al problema que puede afectar, no ya la organización del evento; sino su mismísima ejecución de lo que debería ser una fiesta del deporte mundial. Cuál es el hecho cultural de que Catar es un país musulmán observante, con la mayoría de sus ciudadanos pertenecientes a las variantes salafista y wahabita del mismo. Y con la Sharia o Ley Islámica como única ley vigente para todos los efectos, tanto penales como civiles.
No es un secreto para nadie que en toda edición de la Copa del Mundo es habitual y hasta normal la presencia de grupos humanos conocidos como “barras bravas”, “torcidas” o “hooligans” y que llegan a los torneos colmados de violencia y de alcohol. Obviamente, que los organizadores están al tanto de estos antecedentes y van a extremar la medidas para que estos grupos no desembarquen para arruinar una fiesta.
Pero, al margen de estos grupos masivos y violentos, hay que considerar un tema vinculado con la posible irrupción de los denominados grupos LGBT. Al respecto, los funcionarios de Qatar declararon, en abril de 2022, que se confiscarían las banderas del orgullo gay a los espectadores, supuestamente, como medida de seguridad para protegerlos de altercados con otros fanáticos anti-LGBT. Por su parte, el mayor general Abdulaziz Abdullah Al Ansari, a cargo de la seguridad general, declaró que los fanáticos debían respetar las normas del país anfitrión.
Luego, en mayo de este año, varios hoteles se negaron, rotundamente, a proporcionar alojamiento a parejas del mismo sexo; mientras que otros indicaron que aceptarían reservas para parejas del mismo sexo siempre y cuando éstas fueran discretas.
Para sumar más dudas a laa existentes, durante una conferencia de prensa en Alemania el 20 de mayo, el emir de Catar, el jeque Tamim bin Hamad Al Thani, declaró que los visitantes LGBT serían bienvenidos a la Copa del Mundo de 2022; pero que éstos debían respetar la cultura de la nación.
Sea como vaya a resultar, no sería ilógico anticipar probables incidentes sobre este tema. Los que podrán ir de casos aislados o otros más graves y que considerando la historia de la región no podrán, incluso, descartar los atentados terroristas. Pues, al parecer, nos encontramos ante un claro caso de pobre inteligencia cultural. Donde, por un lado, los occidentales pretenden que sus gustos e ideas sean aceptadas como norma en todo el mundo y, por el otro, una sociedad religiosa tradicional que considera como una obligación defender sus creencias ancestrales.
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