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por Martin van Creveld
En Levante, las campanas de alarma están sonando. En este post me esforzaré en explicar, primero, por qué es así; y segundo, cómo sería una guerra.
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En Levante, las campanas de alarma están sonando. Hay varias razones para esto, todas ellas importantes y todas bien capaces de combinarse entre sí y dar lugar a la conflagración más grande que la región ha presenciado en décadas. El primero es el fallecimiento inminente del presidente palestino Mahmoud Abbas, alias Abu Maazen. Ahora con 88 años, su gobierno comenzó en el 2005 cuando reemplazó a Yasser Arafat. A diferencia de Arafat, que comenzó su carrera como líder de una organización terrorista, Abu Mazen fue y sigue siendo ante todo un político y un diplomático. En esta capacidad, ayudó a negociar los Acuerdos de Oslo de 1995 entre Israel y el Movimiento de Liberación de Palestina. En parte por esa razón, en parte porque se opuso al levantamiento armado de su pueblo (la llamada Segunda Intifada de 2000/2003), algunos israelíes lo vieron como un socio más flexible que su predecesor.
No funcionó de esa manera. Ya sea por su propia culpa o por la de Israel o por ambas, durante sus dieciocho años en el cargo, Abu Mazen no ha logrado dar un solo paso hacia un acuerdo de paz. Israel, por su parte, nunca ha dejado de construir nuevos asentamientos y lo está haciendo ahora mismo. Como resultado, el terrorismo palestino y las medidas de represalia israelíes en Cisjordania en particular están repuntando una vez más, cobrándose muertos y heridos casi todos los días.
Cisjordania tampoco es la única región donde israelíes y palestinos siguen enfrentándose. Han pasado apenas unas semanas desde la muerte, en una cárcel israelí ya consecuencia de una huelga de hambre, de un destacado terrorista palestino. Su desaparición hizo que la organización terrorista Yihad Islámica en Gaza lanzara no menos de mil cohetes contra Israel, lo que provocó ataques aéreos israelíes, más cohetes y así sucesivamente en el tipo de ciclo que, durante los últimos veinte años, se ha vuelto demasiado familiar. Afortunadamente Hezbolá, otra organización terrorista islámica con base en el Líbano, no intervino. Sin embargo, no es del todo seguro que, si se reanudan las hostilidades en Gaza y sus alrededores, no dará seguimiento a las amenazas de su líder de hacer precisamente eso. Ciertamente tiene la capacidad y los planes; todo lo que se necesita es una decisión.
Las fuerzas armadas de Israel se encuentran entre las más poderosas del mundo. En particular, sus defensas antiaéreas, antimisiles y antiaéreas que no tienen comparación en ningún otro lugar. Puede tomar tiempo y aquí habrá bajas. Aun así, a menos que algo salga muy, muy mal, Israel debería poder silenciar no solo a la Yihad Islámica y a Hezbolá; sino también a otra organización terrorista que opera desde Gaza, es decir, Hamás. Si no completamente y para siempre, al menos parcialmente y por algún tiempo por venir.
Sin embargo, dos factores amenazan con alterar este buen cálculo. La primera es la posibilidad de que, a medida que aumentan las hostilidades, el Reino de Jordania se vea envuelto en la refriega tal como lo fue durante la guerra árabe-israelí de 1948 y luego durante su sucesora de 1967. Ahora que los palestinos representan un porcentaje muy grande (cuán grande nadie, tal vez ni siquiera los propios jordanos lo saben) de la población del reino, existe una buena posibilidad de que la Casa Hachemita gobernante no pueda permanecer al margen. O se une a la lucha o corre el riesgo de ser derrocada. Nadie sabe esto mejor que los mismos hachemitas. Desde el rey para abajo, no en vano, algunos de ellos han estado comprando propiedades, tanto inmuebles como acciones, en el extranjero. Actualmente Jordania es un oasis de estabilidad y no está en guerra con ninguno de sus vecinos. Sin embargo, si el régimen cae y deja atrás a un Estado fallido, es probable que los terroristas de todo el Levante acudan en masa para establecerse allí, desencadenando el polvorín.
La otra posibilidad es aún más siniestra. A lo largo de los años, Irán ha estado ayudando a varias organizaciones terroristas del Levante, proporcionándoles dinero, armas, logística, entrenamiento y más. En respuesta, Israel ha estado utilizando sus defensas antiaéreas para derribar drones iraníes y su fuerza aérea, para atacar objetivos iraníes en Siria. A día de hoy, Irán carece de algunos de los elementos que componen una fuerza aérea moderna, incluidos específicamente los sistemas de alerta temprana y que son de suma importancia. Por otro lado, tiene los misiles balísticos y los drones que necesita para alcanzar y alcanzar cualquier objetivo israelí. Ahora Irán es un país grande con un millón de Km cuadrados de tierra y una población de casi 87 millones. Derrotarlo, aunque solo sea hasta el punto de hacer que cese las hostilidades por el momento, requerirá más que unos pocos ataques aéreos israelíes, por bien planeados, precisos y bien ejecutados que sean.
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Para recapitular, en Levante la tranquilidad o la mayor parte de ella, pende de un hilo. Israel, Cisjordania ocupada, la Franja de Gaza desocupada, Líbano, Siria, Jordania e Irán están en riesgo inminente de guerra. No solo entre ellos; sino, al menos en algunos casos, de una guerra combinada con luchas contra todo tipo de organizaciones terroristas. Como muestra la historia, es muy probable que las guerras del segundo tipo duren años y terminen, en la medida en que lo hacen, en el caos. Todo esto, incluso antes de que consideremos el papel que pueden desempeñar las armas nucleares, tanto las que Irán puede desarrollar y desplegar como las que Israel ya tiene.
Traducción: Carlos Pissolito
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