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Agosto 2010. |
por el Coronel Carlos A. Pissolito.
A MODO DE INTRODUCCIÓN.
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Rescate de pobladores en Santa Cruz tras una nevada. |
La
historia militar está llena de ejemplos, donde condiciones climáticas extremas
modificaron las relaciones de poder de combate entre dos contendientes, aun hasta
en los niveles estratégicos. Como ocurrió, por ejemplo, con la destrucción de
la Armada Invencible por una tempestad a fines del siglo XVI.[1] O como, también, sucedió varias veces con las
sucesivas irrupciones terrestres a Rusia.[2]
Más recientemente, en ambas Guerras del Golfo Pérsico (1991 y 2003), grandes
tormentas de arena inmovilizaron por varios días a medios de combate, tanto
aéreos como terrestres. Pero, el nuevo
elemento de juicio estratégico, sobre el que queremos llamar la atención del
lector. No es la ocurrencia de estos fenómenos. Ya que como los ejemplos
muestran, han existido siempre. Si no sobre el hecho nuevo de que la frecuencia
de su ocurrencia será, en el futuro cercano, mucho mayor. Por lo que, muy
probablemente, podrán pasar de ser fenómenos aislados a convertirse en
habituales.
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La misma gran nevada. Otros medios militares en tareas de apoyo a la comunidad. |
¿Por
qué nos atrevemos a hacer esta afirmación? Veamos. Si bien no existe un
consenso científico absoluto sobre la afirmación de lo que en forma genérica
muchos denominan como cambio climático
(CC). [3]
Hoy son evidentes las modificaciones del clima a escala global.
Estos cambios, se manifiestan en la variación de los principales parámetros climáticos,
tales como: la temperatura, las precipitaciones y la ocurrencia de tormentas.
Las consecuencias inmediatas de estos cambios se manifiestan en una mayor
ocurrencia de fenómenos meteorológicos extremos, que en no pocas ocasiones
devienen en catástrofes. Del mismo modo, las consecuencias a largo plazo se
consideran que serán de carácter negativo; ya que, se aprecia que afectarán a las
poblaciones y a su entorno en forma permanente. A modo de ejemplo, podemos citar entre sus posibles
consecuencias en las próximas décadas, las siguientes: la agudización de las
condiciones climáticas extremas, las sequías prolongadas, las inundaciones de
amplias zonas, la elevación del nivel del mar, el retroceso de los glaciares y
un incremento de las enfermedades endémicas. Aunque la mayor parte de los
expertos no vincula estos fenómenos con los movimientos sísmicos, hay una
corriente que sí lo hace.[4]
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Asistencia humanitaria en una misión de paz. |
LOS PROBLEMAS A ENFRENTAR.
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El importante rol de los medios de transporte aéreo. |
Las
amenazas prioritarias para la Defensa Nacional han sido fijadas en la ley y en
las normas que reglamentan su ejercicio, en los enemigos externos de origen
estatal. También, en este marco legal se admite la existencia de misiones
subsidiarias. Como lo constituyen el apoyo a la comunidad ante desastres
naturales, el apoyo a las actividades antárticas y la participación en
operaciones de paz. Sin embargo, cabe interrogarse: ¿cuál de estas tareas tiene
mayor probabilidad de ocurrencia? Si tomamos en cuenta las medidas de confianza
mutua y de transparencia en el ámbito de la Defensa de las que goza la región.
Vemos que la misión principal, siendo la más peligrosa; es, también, la menos
probable. Y por otro lado, si la contrastamos con el inusitado incremento de
los desastres naturales a los que hacemos referencia. Surge, como conclusión obvia, un interrogante casi retórico: ¿para cuál gama de problemas será más conveniente estar preparado?
Por
otro lado, es innegable la muy probable afectación al potencial nacional y aún
el militar, que plantearía la ocurrencia en el territorio nacional de un
fenómeno catastrófico derivado de alguna de las consecuencias del CC. Esta
afectación, creemos que se presentaría en dos planos. Uno directo, derivado por
la ubicación geográfica de nuestras guarniciones que sufrirían consecuencias
similares a las poblaciones en las que están ubicadas. Y otros indirectos, que,
se deducen del muy probable requerimiento, por parte de las autoridades civiles,
de medios militares para mitigar los efectos de la emergencia o de la
catástrofe. Más graves serían las consecuencias en aquellas
localidades y lugares que carezcan de una infraestructura y una organización
adecuada para afrontar los fenómenos derivados del CC. Lógicamente, verían
multiplicados los posibles efectos negativos de tal situación. Por ejemplo, si no se pudiera restablecer, en
un tiempo razonable, los servicios públicos esenciales, podrían aflorar
situaciones de desorden que incluyan saqueos y otros desafíos al orden público.
Tal como ocurrió a las pocas horas del reciente sismo en la República de Chile.
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Búsqueda y rescate en el mar. |
Ante
estas situaciones cabe interrogarse, por ejemplo: primero, ¿cuáles son los
riesgos que presenta el denominado CC para los sistemas abocados a la Defensa
Nacional? Segundo ¿qué previsiones se deberían adoptar para mitigar sus
consecuencias negativas?
La
satisfacción del primero de los interrogantes nos lleva a considerar que las
consecuencias concretas del CC; ya sea en forma aislada o conjugada. Creemos
que están podrían llegar a ser algunas
de las siguientes:
1. Las
dificultades para acceder a las fuentes de agua potable: Se sabe que el acceso al agua
potable, así como la necesaria para el riego es una de las necesidades básicas
para la vida humana. Cambios en el régimen de precipitaciones, variaciones en
los caudales de los cursos de agua o en el derretimiento de glaciares[6]
tendrían, con certeza, consecuencias graves para todas las actividades humanas
que necesitan del agua. Que dicho sea de paso son casi todas de importancia
vital. 2. Los problemas en la producción y la distribución de alimentos: Ya que no sólo faltaría el agua para beber. La ocurrencia de sequías prolongadas disminuiría la cantidad del agua disponible para la agricultura. Una consecuencia inmediata sería la reducción de las áreas cultivables. Aspecto que afectaría, igualmente, a aquellos que las destinan al cultivo de comestibles como a aquellos dedicados a la cría de ganado. En consecuencia, una de los problemas graves, a la par de una caída de los volúmenes en la producción de alimentos, sería la tensión entre los tipos de productores que competirían por un recurso cada vez más escaso. Lo que podría ser el origen. no solo de un problema productivo, sino de uno económico. Ello, finalmente, al convertirse en una situación crónica, impulsaría grandes migraciones internas de los productores agropecuarios hacia las zonas menos castigadas. Lo que derivaría en un político, aun en uno de carácter internacional.
3. Los problemas de salud: La Organización Mundial de la Salud[7] estima que las consecuencias del CC serían, en su mayoría, negativas para la salud de las poblaciones. Por ejemplo, puntualiza que tendrán impacto en la expansión de las enfermedades portadoras por vectores animales, tales como el dengue y la malaria. Por su parte, la escasez de agua potable creemos que tendrá un impacto negativo directo en la higiene y las tareas derivadas de la medicina preventiva.
4. Las pérdidas de tierras habitables y desplazamiento de poblaciones: Una eventual elevación del nivel del mar tendría efectos catastróficos. Si bien nuestro país tiene un amplio territorio, no se puede despreciar el hecho de que nuestro principal núcleo poblacional, la ciudad de Buenos Aires, se vería seriamente afectado. Paralelamente, un incremento de tormentas costeras afectaría no solo a las poblaciones ribereñas, sino además, a la infraestructura portuaria. En forma coincidente con lo anterior, las grandes vías fluviales, como nuestra cuenca del río Paraná. Así como los deltas de sus desembocaduras sufrirían efectos similares. A ello, habría que sumarle que una elevación anormal del nivel del mar traería aparejado un aumento en la salinidad en esas aéreas. Aspecto que destruiría las zonas cultivables ribereñas, dificultaría la obtención de agua potable; lo que, a su vez, obligaría a la relocalización de las poblaciones asentadas en esos lugares.
Creemos
que las consecuencias estratégicas inmediatas de los problemas enumerados más
arriba serían, en principio, un incremento de las exigencias sobre determinados
sistemas y sobre la salud del personal de las fuerzas armadas. Por ejemplo, la mayor ocurrencia de tormentas
dificultaría la operación de todos sus sistemas de transporte, especialmente el
aéreo y el naval. También, las temperaturas extremas, obligarán a un mayor
esfuerzo de manteamiento en todos los medios e instalaciones militares. Por su
parte, el personal que deba operar en espacios abiertos, especialmente en
regiones desfavorables, debería ser equipado con uniformes que le permitan su
supervivencia ante situaciones climáticas, aun más extremas a las que
habitualmente enfrentan. Además, no habría que descartar la relocalización de
aquellas guarniciones militares que pudieran resultar afectadas por el
elevamiento del nivel del mar; así como por cualquier otro fenómeno que afecte
su seguridad y la del personal que las habita. Como consecuencia de lo todo lo
anterior, las fuerzas militares enfrentarían dificultades para el alistamiento y el
transporte de sus propios medios. Ya que, se produciría una lógica demora en dichas
actividades. Que se verían afectadas, tanto por la reducción de su rendimiento
individual, como por una mayor ocurrencia de tormentas.
Pero los problemas mayores para las fuerzas armadas no serían los que sufrirían en carne propia sus instalaciones y su personal; sino aquellos derivados de la creciente afectación de sus medios para mitigar los efectos de emergencias y catástrofes. Tal como quedó evidenciado en el reciente terremoto ocurrido en la Vta y VIta región chilena, es muy probable que las fuerzas militares se constituyan en el mejor elemento a disposición de las autoridades civiles para enfrentar, al menos, los primeros efectos de un fenómeno de cierta magnitud. Ello se debe, entre otras cosas, a la amplia distribución geográfica de sus instalaciones; al relativo buen pie de alistamiento de sus medios, especialmente aquellos de uso dual, para concurrir con presteza a las zonas afectadas; a la capacidad de su sistema de comando, control y comunicaciones; y al adiestramiento y al equipamiento de su personal que les permiten operar en condiciones de rusticidad.
Especialmente,
habría que prever que las condiciones meteorológicas extremas
magnifiquen las de por sí difíciles imperantes en latitudes extremas, como la
Antártida y sus espacios adyacentes. Hay, además, que considerar que estas
dificultades se presentarán por partida doble. Por un lado, harían más
rigurosas la vida de las dotaciones destacadas en nuestras bases; y por el
otro, las tareas de su relevo y sostenimiento. Como si esto fuera poco. Hay
que, también, pronosticar un incremento en las exigencias para el
personal y medios desplegados en operaciones de paz. Ya que la ocurrencia de
estos fenómenos no reconoce fronteras. La reciente experiencia de lo ocurrido con el
Contingente Conjunto Argentino Haití pone, nuevamente, de manifiesto que
nuestras fuerzas de paz no están exentas de sufrir y de participar en las
tareas de mitigación de una catástrofe o una emergencia. A ello, hay que
sumarle el agravante de que nuestras fuerzas serán en el área de misión
–prácticamente- el único elemento capaz de prestar algún tipo de ayuda
humanitaria.
CONCLUSIONES
Del análisis de todo lo expresado surge que los
efectos derivados del CC presentan serios riesgos para nuestra Defensa Nacional. Estos riesgos presentan,
inicialmente, una amenaza directa para las instalaciones y los medios militares
ubicados en las eventuales zonas de desastre. Especialmente de aquellas posicionadas
en zonas costeras, latitudes extremas u otras en función de sus respectivos mapas
de riesgo. Pero, más importante que lo anterior, es el hecho que se debe prever
el empleo de medios militares significativos, a requerimiento de las
autoridades civiles, para mitigar los efectos de una emergencia y/o una
catástrofe. Hay que puntualizar que esta previsión deberá ser atendida, tanto
en el territorio nacional como en las áreas de misión donde se encuentren desplegadas
nuestras fuerzas de paz. En consecuencia, los riesgos derivados de las amenazas señaladas deben ser integrados al planeamiento, en todos los niveles
estratégicos. Este es el primer paso a dar, aunque no debería ser el único. En la necesidad permanente de adaptar a las fuerzas militares a las exigencias concretas de las sociedades que las nutren y las contienen.
[1] Concretamente, cuando una gran tempestad frustró los planes del monarca español Felipe II de invadir Inglaterra, al hundir buena parte de su gran flota frente a las costas del Canal de la Mancha en 1588. [2] La primera de Carlos XII de Suecia en 1708; la segunda de Napoleón en 1812 y la más reciente de Hitler en 1941, donde inviernos particularmente crudos afectaron sistemática y negativamente a las fuerzas invasoras.
[3] La Convención del Cambio Climático de la ONU define al cambio climático como un cambio de clima atribuido directa o indirectamente a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera mundial y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante períodos comparables. (Artículo 1, párrafo 2)
[4] Según esta corriente la elevación de la temperatura desencadena ‘terremotos glaciales’ en las zonas polares. Para sismólogos, como Goran Ekstrom de la Universidad de Harvard, los ‘terremotos glaciales’, causados por el choque de esas enormes moles de hielo, han registrado magnitudes de hasta 5,1 grados en la escala de Richter y en Groenlandia se han duplicado desde 2002. ‘Algunos glaciares de Groenlandia, tan grandes como la isla de Manhattan y altos como el edificio Empire State, pueden desplazarse 10 metros en menos de un minuto (y causar) un choque que puede generar ondas sísmicas’, señaló.
[5] Se pueden citar los siguientes documentos producidos: el “Climate Change and International Security” del Consejo de la Unión Europea; “The National Security and Threat of Global Change”, elaborado por la CNA Corporation, una ONG de los EEUU; y el “Climate Change as a Security Risk”, producido por el grupo alemán, German Advisory Councy of Global Change.
[6] Los glaciares son los más afectados por el CC. Por ejemplo, una modesta elevación de las temperaturas medias pueden alterar en forma dramática el régimen de precipitaciones. Incrementando las líquidas y disminuyendo la caída de nieve. Teniendo como resultado inundaciones en la temporada de lluvias y sequías en verano. (CNA Corporation. National Security and the Threat of Climate Change. Virginia 2007. http://securityandclimate.cna.org/report/National%20Security%20and%20the%20Threat%20of%20Climate%20Change.pdf).
[7] World Health Organization. Global Climate Change and Health: An Old Story Writ Large. 2003. http://www.who.int/globalchange/climate/summary/en/
1 comentario:
La Asamblea General de la ONU votó por unanimidad la reelección del surcoreano Ban Ki-moon para un segundo período de cinco años como secretario general de la organización internacional.
Los 192 miembros confirmaron por consenso en la sede de Naciones Unidas en Nueva York el nuevo mandato de Ban, que comenzará el 1 de enero y culminará a fines de 2016.
Con una sonrisa, Ban, de 67 años, se inclinó ante los embajadores y diplomáticos reunidos en la sede de la ONU que lo apoyaron con aplausos. "Me han hecho un gran honor más allá de toda expresión. Humildemente recibo este testimonio de su confianza", dijo.
En una conferencia de prensa después de su reelección, el secretario general de la ONU se refirió al proceso de paz en Medio Oriente y reconoció que los progresos alcanzados en las últimas seis décadas han sido escasos.
La clave es la "flexibilidad, de lo contrario no habrá progresos" entre israelíes y palestinos, agregó. Sobre este tema, "estoy comprometido y voy a continuar mis esfuerzos", sostuvo.
Ban también hizo hincapié en la lucha contra el cambio climático en momentos en que las negociaciones internacionales sobre este asunto encuentran obstáculos. "El cambio climático seguirá siendo nuestra prioridad", aseguró.
Ante los países miembros, Ban elogió su acción durante su primer mandato.
"Como nunca antes, la ONU está a la vanguardia para ayudar a la gente. Nos mantuvimos firmes sobre la necesidad de democracia, justicia y derechos humanos en Costa de Marfil, en el mundo árabe y más allá", subrayó.
La embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Susan Rice, felicitó a Ban después de su reelección y lo calificó como "un campeón de la paz y la seguridad".
Si bien Ban, de 67 años, no tiene el carisma de su antecesor, Kofi Annan, en los últimos tiempos su imagen mejoró significativamente ante los ojos de los defensores de los derechos humanos al manifestar su apoyo a los levantamientos en los países árabes.
Criticó al presidente sirio Bashar Al Asad al punto de que éste se niega a atender sus llamadas, dijo un portavoz de la ONU. Ban también ha tenido confrontaciones telefónicas con el líder libio Muamar Kadafi y otros mandatarios regionales en los últimos meses.
Grupos de derechos humanos sin embargo lo han criticado por no expresarse en favor del detenido Liu Xiaobo, Premio Nobel de la Paz, durante una reunión con el presidente chino Hu Jintao en noviembre pasado.
Afirman que Ban es demasiado respetuoso con China y los otros cuatro miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU -Rusia, EEUU, Gran Bretaña y Francia-, que podrían haber vetado su nuevo nombramiento.
A pesar de las críticas, Ban ha molestado a China y Rusia con su fuerte postura sobre Libia, Siria y las revueltas en Yemen.
Ban, que fue canciller surcoreano 2004 a 2007, es el octavo secretario general desde la creación de la ONU tras la Segunda Guerra Mundial.
Fuente: INFOBAE, 22 Jun 11.
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