Sobre porque en Navidad debemos ser agradecidos y reconocer
a los que hacen nuestra vida mejor.
Pero
interiormente, cada uno de nosotros debe pretender lo grande. Aunque debamos,
primero, saber que la electricidad, las ganancias y la grandeza únicamente pueden
ganarse verdaderamente mediante el esfuerzo personal. Sólo, después, podremos tomarnos
el derecho a disfrutarlos. En ese sentido, cada decisión, desde que profesión elegir
hasta a quien llamaremos nuestro amigo, debe estar guiada por aquello que mejor
nos haga avanzar en nuestros objetivos individuales, en nuestros intereses, y
de última, en nuestra búsqueda de la grandeza. Tenemos que retomar el orgullo
de ser racionalmente egoístas.
Navidad es el momento perfecto para apreciar
los frutos de nuestro trabajo: la riqueza que hemos acumulado, la salud que
hemos preservado, las relaciones que hemos cultivado, y propiamente, todos los
valores que egoístamente hemos atesorado. También, es una buena oportunidad
para acordarnos de los autores de los libros que nos hicieron pensar, de los
productores que nos permitieron gozar de los bienes que tenemos. En otras
palabras, debemos ser agradecidos con aquellos individuos cuyos esfuerzos han
hecho nuestras vidas más disfrutables y menos imperfectas.
Por
estos motivos, cuando se sienten a su opípara mesa de Navidad, agradezcan el
talento de los individuos cuyas innovaciones e inventiva hicieron posible los
productos que están disfrutando. Aun cuando estos puedan ser un poco menos que
los del año anterior. Mientras celebren con sus seres queridos, sean felices
por haber hecho las cosas que hicieron ese momento posible. Es una excelente
oportunidad para decirse a ustedes mismos: “Esto me lo gané.”
Texto traducido y adaptado sobre un escrito de Debi
Ghate presidente del Instituto Ayn Rand.
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