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domingo, 23 de diciembre de 2012

NAVIDAD


 
Sobre porque en Navidad debemos ser agradecidos y reconocer a los que hacen nuestra vida mejor.

Desde que somos niños, nos bombardean con mensajes diseñados para disminuir nuestra confianza en aspirar a cosas grandes: “Tenés que ser humilde”, “Vos no sabés lo que es bueno para vos”, “Es mejor dar que recibir”, nos repiten una y otra vez. Y por sobre todo la muletilla de: “No seas egoísta”. Parecería ser que estamos condenados a no tomar más que “una pequeña parte” de todo. Ya sea esta la porción, de lo que consumimos de electricidad, de las ganancias que nos tocan o de la mismísima cuota de responsabilidad a la que podemos aspirar. Nos han educado que el altruismo, no la verdadera generosidad, sino en el sacrificio desinteresado por otros; es el ideal moral. Nos han enseñado a sacrificarnos por extraños; quienes inexplicablemente tienen un reclamo sobre nuestros bien ganados bienes. Por ejemplo, se nos pide que rescatemos a empresas estatales quebradas y que demos ayuda social a conciudadanos que no quieren trabajar. Se nos pide que nos resignemos antes las crisis antes que busquemos aspirar a superarlas. En pocas palabras: se nos enseña a doblegarnos antes que a tratar de alcanzar la grandeza.

Pero interiormente, cada uno de nosotros debe pretender lo grande. Aunque debamos, primero, saber que la electricidad, las ganancias y la grandeza únicamente pueden ganarse verdaderamente mediante el esfuerzo personal. Sólo, después, podremos tomarnos el derecho a disfrutarlos. En ese sentido, cada decisión, desde que profesión elegir hasta a quien llamaremos nuestro amigo, debe estar guiada por aquello que mejor nos haga avanzar en nuestros objetivos individuales, en nuestros intereses, y de última, en nuestra búsqueda de la grandeza. Tenemos que retomar el orgullo de ser racionalmente egoístas.

 Navidad es el momento perfecto para apreciar los frutos de nuestro trabajo: la riqueza que hemos acumulado, la salud que hemos preservado, las relaciones que hemos cultivado, y propiamente, todos los valores que egoístamente hemos atesorado. También, es una buena oportunidad para acordarnos de los autores de los libros que nos hicieron pensar, de los productores que nos permitieron gozar de los bienes que tenemos. En otras palabras, debemos ser agradecidos con aquellos individuos cuyos esfuerzos han hecho nuestras vidas más disfrutables y menos imperfectas.

Por estos motivos, cuando se sienten a su opípara mesa de Navidad, agradezcan el talento de los individuos cuyas innovaciones e inventiva hicieron posible los productos que están disfrutando. Aun cuando estos puedan ser un poco menos que los del año anterior. Mientras celebren con sus seres queridos, sean felices por haber hecho las cosas que hicieron ese momento posible. Es una excelente oportunidad para decirse a ustedes mismos: “Esto me lo gané.”

Texto traducido y adaptado sobre un escrito de Debi Ghate presidente del Instituto Ayn Rand.

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