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jueves, 20 de marzo de 2014

Rusia, Ucrania y Malvinas.



Rusia aislada, sola y equivocada




Por Emilio Cárdenas | Para LA NACION

Como era previsible, la Federación Rusa vetó la resolución sobre Crimea que recientemente se puso a votación en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Así lo había anticipado específicamente su embajador, el experimentado Vitaly Churkin, antes de la reunión formal del ente.


De esa manera, Rusia dejó al organismo -y al propio sistema de seguridad colectiva de las Naciones Unidas- fuera de la conversación sobre el delicado tema de Crimea. Por ello no se pudo declarar, como se intentara, la ilegalidad del cuestionable referendo de independencia convocado por las autoridades de facto en Crimea. La sesión del Consejo fue intensa y duró algo más de una hora, contando, como corresponde, con la presencia del representante de Ucrania.

De los quince miembros del Consejo de Seguridad, trece votaron a favor del proyecto de resolución sobre Crimea, incluyendo los dos miembros latinoamericanos: Argentina y Chile. También votaron a favor de ella Australia, Chad, Jordania, Lituania, Luxemburgo, Nigeria, Corea del Sur y Ruanda. La endosaron entonces todos y cada uno de los miembros "no permanentes" del Consejo de Seguridad. Sin excepciones.

Rusia logró su más que evidente objetivo que era el de evitar el accionar del Consejo de Seguridad.

China, por su parte, se abstuvo. Como también lo había hecho en su momento, durante las crisis en los enclaves rusos en Georgia, en el año 2008. Con coherencia histórica, entonces. China se distanció así del acompañamiento que frecuentemente confiere a Rusia en algunos otros temas, como sucede en el caso de Siria, por ejemplo. Lo hizo para defender, una vez más, el principio de respeto e inviolabilidad de la integridad territorial de los Estados, al que China asigna una muy particular importancia.

Rusia, queda visto, quedó sola. Aislada, como dijimos. Más aún, algo desairada. Separada de la comunidad internacional y hasta casi arrinconada. Como dijo la representante permanente de los Estados Unidos, Samantha Power: "Rusia, aislada, sola y equivocada, bloqueó la resolución". Pero lo cierto es que Rusia logró su más que evidente objetivo que era el de evitar el accionar del Consejo de Seguridad. Pese a que éste había generado ya siete reuniones de emergencia sobre el peligroso tema de Ucrania en particular. Sirvió para dialogar, pero no para decidir. Una pena.

Para la relación bilateral entre la Argentina y Rusia, lo sucedido respecto de Crimea tiene, nos parece, un intenso sabor amargo. Porque Rusia, entre otros antecedentes cercanos, citó expresamente el referendo de autodeterminación convocado en las Islas Malvinas, nada menos que como un precedente más presuntamente a su favor. Confiriéndole así un barniz de cierta legitimidad. Tenue, por cierto. Esa actitud está lejos -en las antípodas, más bien- de una posición de apoyo a nuestros reclamos de soberanía en el Atlántico Sur. Circunstancia que no puede ignorarse. Ocurre que ya es historia. Ni, mucho menos, silenciarse. Por esto, el voto argentino en el Consejo de Seguridad en apoyo al proyecto de resolución finalmente vetado por Rusia, no sólo es sustancialmente correcto de cara a la cuestión de Malvinas, sino que es una suerte de indirecta "devolución de atenciones". Merecida, por cierto.

Por su parte, Gran Bretaña esta vez se pronunció, cabe destacar, en contra de la legalidad del referendo de autodeterminación en Crimea. Claramente por la primacía del principio de respeto a la integridad territorial, entonces. Un hecho muy relevante.

Y curiosamente hasta con una suerte de "interpretación auténtica" provista -más o menos inesperadamente- en una nota del entusiasta embajador de Gran Bretaña en la vecina ciudad de Montevideo, Ben Lyster-Binns.

Allí, el diplomático británico dice: "Todos estamos a favor de un mundo en el que se defienda y mantenga el estado de derecho y se respete la integridad territorial". Correcto. A lo que agrega: "Lo que está ocurriendo en Ucrania no tiene defensa posible. La violación de la soberanía y la integridad territorial de Ucrania, por parte de Rusia, es ilegal. Y se están malogrando las aspiraciones del pueblo de Ucrania de trazar su propio futuro".



Sería bueno que ese mismo fuera el discurso británico sobre nuestras islas del Atlántico Sur. Y no lo es



Por todo eso, Lyster-Binns agrega enfáticamente: "Pero Rusia tiene que sentarse a la mesa de las negociaciones, pasar de la confrontación a la cooperación, ya que todas las partes involucradas tienen que estar dispuestas a negociar y dialogar. El voto del domingo es ilegal inconstitucional, independientemente del resultado".

Para finalmente señalar: "Una votación realizada bajo la sombra que proyectan las tropas armadas rusas, en una región que se encuentra bajo ocupación militar, no puede ser nada más que eso, ilegítima". Clarísimo.

Estamos de acuerdo, naturalmente. Pero sería bueno que ese mismo fuera el discurso británico sobre nuestras islas del Atlántico Sur. Y no lo es. Es el contrario a sus acciones, conductas y declaraciones respecto de Malvinas. Todo un tema. Nos vienen, por esto, a la memoria las palabras de precisamente un gran ruso, León Tolstoi, "Vivir en contradicción con la razón propia es el estado moral más intolerable". Naturalmente, porque eso es todo lo contrario a la buena fe...

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