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martes, 4 de marzo de 2014

Venezuela: el origen del mal.

 

 

 

La raíz del desorden en Venezuela

 
By  - Marzo 4, 2014
 
 
El miércoles, mientras el hombre fuerte de Venezuela Nicolás Maduro prometía más represión para aplastar las incesantes protestas de los estudiantes, el ministro de Defensa de Rusia, Sergei Shoigu, les dijo a los periodistas que Moscú planeaba abrir bases militares en Venezuela, Nicaragua y Cuba. Pocos días después, un barco espía ruso llegó al puerto de La Habana sin anunciarse.
Los sospechosos de siempre de la Guerra Fría están de vuelta. Para ser precisos, nunca se fueron. El ex funcionario de la KGB Vladimir Putin está advirtiendo al presidente Barack Obama que Rusia puede crear problemas en el continente americano si Estados Unidos insiste en solidarizarse con el pueblo ucraniano. Mientras tanto, los envejecidos marxistas de América Latina se están alineando detrás de Maduro, sucesor del fallecido Hugo Chávez.
Rusia y Cuba finalmente están cosechando los beneficios de la revolución que llevan años sembrando en América Latina. Cualquier posibilidad de derrotarlos requiere poner los puntos sobre las íes sobre cómo Venezuela se volvió tan pobre.
Los políticos venezolanos vendieron el populismo de izquierda como la panacea décadas antes de que Chávez llegara al poder en 1999. Llenaron de demagogia a los emprendedores y adoctrinaron a las masas con propaganda anti corporativa. Desde los primeros días de la revolución cubana, Castro fue un héroe en las universidades venezolanas, en donde la propaganda cubano-soviética floreció. Para la década de los 60, los niños fueron catequizados sobre el colectivismo utópico. El lavado de cerebro se intensificó cuando Chávez abrió a Venezuela a los proselitistas cubanos.

A lo largo de este proceso, aquellos con conexiones políticas se hicieron ricos, incluyendo los chavistas. No obstante, hoy una gran parte de la población cree que las empresas son engañosas y avaras. Esta es la razón por la cual será difícil escapar a la soga del totalitarismo. La cultura de la libertad se ha aniquilado casi por completo e incluso si Maduro es expulsado del poder, esa cultura debe reconstruirse desde sus cimientos.
Las redes sociales hacen que sea más difícil ponerle una carita feliz a la tiranía de lo que era en la década de los 80. En aquel entonces, una doctrina como el sandinismo podía ser presentada por Cuba y Rusia a los estadounidenses ingenuos como la salvación de los nicaragüenses pobres, incluso mientras que el ejército sandinista quemaba las aldeas de los indígenas misquitos y arrestaba a campesinos que vendían sus bananas, acusándolos de especuladores.
Las noticias vuelan hoy. Una imagen tomada con un celular el 18 de febrero en la ciudad venezolana de Valencia, en la que se ve a un joven cargando el cuerpo desvanecido de Génesis Carmona de 22 años después que recibió un disparo en la cabeza por parte de fuerzas leales a Maduro, se ha convertido en un emblema viral de la represión.
Sin embargo, hasta el momento Maduro ha evitado la condena internacional. La atención de la mayoría está centrada en Ucrania. En este hemisferio, Chávez compró amigos con “diplomacia petrolera”. Nicaragua, Ecuador, Bolivia, Argentina y El Salvador están aplaudiendo la brutalidad venezolana.
Maduro incluso tiene a la presidenta brasileña Dilma Rousseff a bordo. Ella ha explotado por 25 años su encarcelamiento por parte de la dictadura militar de Brasil, que gobernó entre 1964 y 1985. Rousseff parece estar orgullosa de su pasado en un clandestino grupo urbano armado que trató de derrocar a un dictador. Pero ahora respalda la represión a las libertades civiles venezolanas.
Gracias en gran parte al Partido de los Trabajadores, al cual pertenece Rousseff, Brasil ha perdido su oportunidad de convertirse en un actor económico global durante la última década. Sin embargo, como un miembro registrado del imperio bolivariano de Chávez, Brasil se siente geopolíticamente importante. Rousseff sabe que esta situación no durará si el gobierno militar de Venezuela no se mantiene. El colapso del chavismo despojaría a Brasilia de la mejor arma que ha tenido en su intento por arrebatarle a EE.UU. la hegemonía en la región.
Hacia dentro de Venezuela, muchos se han comido el cuento de que el país estaba dirigido por oligarcas capitalistas antes de Chávez. Pocos recuerdan que el ex presidente Carlos Andrés Pérez fue un socialista que nacionalizó el petróleo venezolano en 1976. Los primeros años de su primer mandato (entre 1974 y 1979) fueron una fiesta populista a medida que los precios del crudo se dispararon junto al gasto público. Muchos emprendedores y algunos intelectuales no estaban contentos con su desdén por el estado de derecho y sus decretos, incluyendo controles de precios. Ellos tenían razón. La gran fiesta sembró las raíces de la “década perdida” de los años 80.
Carlos Andrés Pérez regresó para un segundo mandato en 1989. Esta vez probó el liberalismo de mercado, pero subestimó las habilidades organizacionales soviético-cubanas en los barrios. Cuando elevó ligeramente los precios de la gasolina y algunos pasajes de autobús en Caracas fueron incrementados, los militantes desataron a las turbas que habían adoctrinado. El ascenso de Chávez se produjo poco después del “Caracazo”, como se le conoce a este episodio.
Pérez trató de liberar la economía, pero recibió consejos de “austeridad” del Fondo Monetario Internacional y el ajuste fue demasiado doloroso. En 1993, sus múltiples enemigos políticos usaron acusaciones de corrupción, desenterradas por un periodista castrista, para sacarlo del poder. Hoy sigue siendo un símbolo entre los chavistas, no como un socialista transformador, sino de la oligarquía corrupta.
Maduro parece confiar en que puede seguir culpando a los empresarios del sufrimiento venezolano. Eso explicaría por qué, aunque los supermercados están vacíos, el gobierno está implementando la “ley de precios justos”. Esta amenaza a las empresas que no obedecen los controles de precios con castigos que incluyen la expropiación, cargos de corrupción y prisión. Esto asfixiará a los negocios, creando más escasez y dejando al gobierno como el único proveedor de alimentos y otros artículos de primera necesidad. Pero esa es la idea, ¿no?

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