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domingo, 9 de agosto de 2015

Los conservadores cornudos.

COMENTARIO. Este artículo español analiza el fenómeno Donald  Trump y sus relaciones con la derecha vergonzante norteamericana. Las aplica a la España, pero muy bien pueden ser comparadas con actitudes similares de la oposición argentina.





http://www.gaceta.es/noticias/cornuservador-termino-saca-quicio-partido-republicano-08082015-1229


'Cornuservador': el término que saca de quicio al Partido Republicano



La derecha norteamericana ha acuñado un nombre para los conservadores medrosos y sin principios más preocupados por complacer a sus enemigos que por favorecer a sus bases: 'cuckservative' (cornuservador). El término está haciendo furor... Y daño



Carlos Esteban -  8. Agosto 2015

La idea era que ese payaso impresentable de Donald Trump estaba, sí, liderando las encuestas entre los aspirantes republicanos a candidato presidencial, pero eso era por la novedad y porque el multimillonario bocachancla hacía todas sus declaraciones sin oposición; en cuanto llegara el primer debate con sus rivales y tuviera que vérselas con políticos serios y se plantearan cuestiones fundamentales, la 'sorpresa del verano' se desinflaría.

Y llegó el emocionante debate la noche del pasado jueves, con diez aspirantes a la candidatura republicana a la Presidencia, y Trump barrió. Su popularidad alcanzó el 53%, dejando en mantillas a cualquier otro.

¿Cómo se explica que suceda lo que, según todos los serios comentaristas norteamericanos, no puede suceder? Para explicarlo se ha creado con enorme fortuna en redes sociales el término 'cuckservative', que enfurece al estamento del Partido Republicano hasta límites indecibles y que es una amalgama de 'cuckold' (cornudo) y 'conservative': ha nacido el 'cornuservador'.

¿Qué es un 'cornuservador'? Para entenderlo, hágase esta pregunta: ¿qué diferencias ideológicas reales -no retóricas, no tribales, no de matiz- puede citar entre el PP y el PSOE, diferencias que un 'pepero' y un socialista reconozcan abiertamente y hayan demostrado en la práctica?.



¿Quiere el PSOE nacionalizar las grandes empresas? No, que el primer gobierno del PSOE que tuvo España se puso a privatizar como si no hubiera mañana y uno de sus ministros de Economía, Carlos Solchaga, presumía de que el nuestro era el país donde más deprisa podía uno hacerse rico. ¿Pretende el PP que el mercado actúe libre sin la interferencia del Estado? No, el Estado con lo populares controla directamente casi la mitad del PIB y su último gobierno ha llevado a cabo la mayor subida de impuestos de la democracia.

Eso, en economía, que en todo lo demás la rendición de los populares ha sido tan radical y absoluta que lo que ahora dan por supuesto y defienden desde el gobierno está a la izquierda del programa socialista del Felipe González.

En Estados Unidos existe una idéntica tendencia por parte del partido supuestamente conservador, el Republicano, a aceptar con una pausa cada vez menor las premisas ideológicas de sus contrarios Demócratas, y si antes se calificaba como RINO (Republican In Name Only, "republicano solo de nombre") al miembro del GOP con demasiadas afinidades progresistas, cada vez son más los que, desde la derecha, han concluido que los republicanos son algo muy parecido a la "oposición controlada" de Lenin y que el partido está en manos de quienes, al juicio de sus críticos, solo aspiran a que la izquierda mediática les pase de vez en cuando la mano por el lomo premiándoles con el adjetivo de 'moderados': estos son los cornuservadores.

Ashton Blackwell, de la publicación paleoconservadora Trigger Warning, lo define así: "Un 'cornuservador' es un autodenominado "conservador" que se venderá y estará dispuesto a traicionar a la gente, cultura e interés nacional de su país a fin de obtener la aprobación de terceros que le desprecian o ignoran". ¿Les suena?.

El cornuservador es un sucedáneo, como el café sin cafeína o la cerveza sin alcohol, alguien que lleva el nombre sin la sustancia. El cornuservador es el perfecto relativista político, buscando siempre un 'centro' que, al no tener él mismo a nadie a la derecha parlamentaria, se desplaza continuamente hacia la izquierda. Aunque tan absolutamente desprovisto de principios fijos como deseoso de mando y popularidad entre la 'intelligentsia' -monolíticamente de izquierdas-, aprovecha su pertenencia nominal a la tribu para presentarse, en el mejor de los casos, como el político práctico y moderado que el conservadurismo necesita y, en el peor, como elmal menor frente a la izquierda 'pura y dura'.

El 'cornuservador' no cuestiona jamás el pensamiento dominante, solo lo ofrece con otro ritmo y otro estilo. Es, por decirlo brevemente, el agente encargado de hacer el izquierdismo digerible a las masas tradicionalmente de derechas.

La izquierda, naturalmente, necesita y favorece al cornuservador frente a los conservadores de verdad, aunque no tenga reparos en calificarle de extremista y presentarle como derecha pura en la palestra política. Lo necesita, porque sabe que es fácil amedrentarle y porque, al servirse siempre de criterios marcados por la propia izquierda, sabe que le ganará siempre.

El cornuservador no solo no es molestia para la izquierda, sino que le es imprescindible para bloquear la creación de una verdadera derecha e incluso para actuar de 'francotirador' con cualquier derechista auténtico que ponga en peligro el consenso ideológico. Aterrado por la posibilidad de parecer insuficientemente progresista y cargar con el estigma de 'extremista' -el juicio de los opinadores de derechas no tiene el menor valor para el cornuservador-, será el primero en denunciar cualquier idea sospechosa tildándola con los tapabocas habituales: machista, fascista, racista, xenófobo, homófobo y otros denuestos inventados para terminar discusiones sin responder argumentos.

Al conservador de verdad, al que sostiene principios firmes que siempre han formado parte de la derecha, la izquierda lo odia, porque puede perder contra él y lo sabe. Por eso lo marginaliza, lo estigmatiza y lo ignora, exactamente como está haciendo con Donald Trump.

De hecho, Vox -no el partido español, sino un medio de comunicación creado por el hiperprogresista Ezra Klein-, a pesar de la enorme ventaja que dan todas las encuestas a Trump tras el debate, salía al día siguiente con una información (que tuitea el medio centroderechista de Pedro J Ramírez, El Español) titulada "Marco Rubio ganó el debate republicano de anoche. Le explicamos por qué". El porqué no es otro que Marco Rubio es un cornuservador, dispuesto a comulgar con todos los dogmas de la modernidad, partidario de la inmigración masiva de hispanos e hispano él mismo (el desprecio por la propia cultura es uno de los rasgos típicos del cornuservador).

El cornuservador ha logrado no solo infiltrarse en los partidos 'oficiales' de derecha, sino dominarlos por entero defendiendo cuestiones simbólicas más que sustanciales del conservadurismo tradicional. Pretende que lo suyo es una modernización de las formas manteniendo el fondo cuando es exactamente lo contrario: el secuestro de 'contraseñas', modos y lenguaje conservadores con una sustancia netamente izquierdista.

En Estados Unidos, donde se ha acuñado el término y se ha iniciado el debate, el cornuservador tiene perfiles bastante definidos. Por ejemplo, el cornuservador tipo parece más devoto de Israel que de su propio país y aplicará al Estado judío unos criterios ideológicos no meramente distintos, sino contrarios a los que aplica en la política nacional. Así, tratar de mantener una cultura nacional más o menos homogénea en Estados Unidos es puro fascismo y la peor xenofobia imaginable, pero lo más sensato que puede hacer el Gobierno de Jerusalén; atacará con los peores términos la idea de Trump delevantar una valla en la frontera de Estados Unidos con Méxicoal tiempo que defiende el muro de separación que ha construido Israel. La expulsión de los inmigrantes ilegales es desechada como una imposibilidad para América y aplaudida como una política sensata en Israel. Y así sucesivamente.

El cornuservador es muy aficionado a pedir disculpas, en su nombre o, más frecuentemente, de su partido, del modo más servil y por el más ridículo de los 'delitos de pensamiento' contra lo políticamente correcto. No importa si el comentario se hizo en privado, en broma, hace años o incluso si se trata de un simple malentendido: el cornuservador se deshará en disculpas ante sus enemigos (que, aun así, lo liquidarán políticamente). Un izquierdista puede decir tranquilamente que habría que matar a todos los varones o que ojalá desaparezca pronto la maldita raza blanca sin temor alguno a perder su puesto y, por supuesto, sin que se le pase por la cabeza pedir disculpas.

En la práctica, y frente a la consigna izquierdista de 'ningún enemigo a la izquierda', el cornuservador pasa más tiempo criticando a los suyos que a sus supuestos rivales o, al menos, lo hace con mayor dureza. Los medios 'conservadores' están siendo violentamente críticos con Trump -la presentadora del debate, en el canal Fox, le dedicó sus preguntas más duras-, mientras que la izquierda, en general, prefiere hacer como que no existe.

El cornuservador es un adalid irreflexivo -y reflejo- de las grandes empresas, no importa si estas están activamente dedicadas a destruir todo aquello que los conservadores consideran sagrado o importante o si se pronuncian oficialmente a favor de sus rivales ideológicos. Igual que en un tiempo se decía que "lo que es bueno para General Motors, es bueno para América", hoy el cornuservadorparece creer en un tácito dogma de la infalibilidad de los empresarios de éxito, de modo que nada de lo que dicen o hacen puede criticarse. Son los que "han hecho grande América", ya se trate de un fabricante de ordenadores o del CEO de una red de burdeles.

En este mismo sentido, el sospechoso patriotismo del cornuservador americano, en ocasiones vociferante y militarista y siempre sentimental, es perfectamente compatible con su amor por la globalización y su veto absoluto a cualquier intento de impedir el desmantelamiento del tejido industrial americano y la deslocalización masiva. Los empresarios saben más, siempre, y no se puede ser 'estrechamente provinciano'.

El cornuservador, no hay ni que decirlo, siempre reacciona a las derrotas electorales abogando por 'moderar' -llevar a la izquierda- aún más la plataforma del partido, a pesar de las encuestas que parecen indicar lo contrario. Jeb Bush es un buen ejemplo de esto, casado con una mexicana y ardiente partidario de la sustitución cultural, repite a menudo el mantra de que "los hispanos son naturalmente conservadores", sin que parezca inquietarle el cúmulo de estadísticas en todas las cuestiones imaginables que indican lo contrario.

El cornuservador domina la derecha, y no solo en América, y es el gran tapón que impide la formación  en la vida política parlamentaria de un pensamiento conservador coherente basado en principios firmes. No va a desaparecer de la noche a la mañana pero, al menos, los americanos le han dado un nombre, una etiqueta que, a juzgar por la airada reacción, ha tocado un nervio. Y las cosas solo pueden vencerse cuando ya tienen un nombre.

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