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domingo, 9 de agosto de 2015

La Semana.



CEE “Santa Romana”



Vivimos en un mundo en conflicto. Valga la novedad. Pero, ellos no pueden ni deben ser disimulados o ignorados si es que uno quiere solucionarlos o, al menos, atenuarlos. Sabemos que la conflictividad es un rasgo natural de la naturaleza humana y que la paz, definida como la tranquilidad en el orden, exige un esfuerzo consciente de parte de las partes en disputa.  Este esfuerzo debe ordenarse, no a la absorción del vencido por el vencedor; sino al rescate de los valores de ambos en un proyecto común de reconciliación y reconstrucción.
Esto lo verificamos en los tres planos de nuestros análisis habituales. Por ejemplo, en el nivel internacional muchos son los que se preguntan si es posible derrotar al Estado Islámico. Es decir fijan su atención en el plano físico del conflicto, la mera destrucción, olvidando sus dimensiones psicológicas y morales. Cuanto que el surgimiento de esa insurrección no es más que una respuesta, seguramente equivocada pero explicable, de un grupo étnico-político que reacciona luego de varios años de persecución y de sojuzgamiento.
Igualmente, a nivel regional vemos como los conflictos pueden ser internos. Tal como es el caso de Venezuela, donde se teme que un populismo exacerbado y promovido por la actual administración pueda poner en peligro los derechos humanos, especialmente el de poder elegir a sus autoridades libremente, de sus ciudadanos en las próximas elecciones.
Aún más compleja es nuestra propia realidad nacional. Y lo es por partida doble. Ya que nos aprestamos a ingresar a un muy probable conflicto. El que nos plantea la amenaza creciente del narcotráfico y el crimen organizado. Sin haber solucionado adecuadamente las secuelas de uno anterior. El conflicto armado interno que sufrimos en los años 70. Y sobre el que se hizo toda una explotación política.
En los tres casos señalados se advierte la existencia de un "relato" que busca modificar la realidad desde la vigencia de una idea determinada. Por ejemplo, desde la idea de la "seguridad global" se intenta deslegitimar la lucha del Estado Islámico, desde la prédica populista de la "Revolución bolivariana", los derechos de los ciudadanos y de las minorías venezolanas y desde el conocido "vamos por todo" la posibilidad de una verdadera reconciliación entre los argentinos.

Pero, las ideas para funcionar deben de estar encarnadas en la realidad, deben ser la expresión genuina de ella. Caso contrario, funcionarán más bien como un tóxico antes que como un remedio sanador.

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