http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-291880-2016-02-06.html
Por Eduardo Febbro - Desde México DF
El patriarca Kirill, primado de la Iglesia Ortodoxa Rusa, se entrevistará con el Papa la semana que viene en Cuba.
A veces, el mundo se escribe al revés. Una semana antes de pisar suelo mexicano el papa Francisco le agregó un capítulo suplementario a esa reescritura del mundo que viene protagonizando desde que fue electo en 2013 y pronunció, en la Plaza San Pedro, la palabra casi prohibida: “pueblo”. La agenda mexicana del sumo pontífice ya era una exquisitez de inclusión en las fracturas de un país. Lejos de plegarse a los cánticos y rutas del conservadurismo eclesiástico oficial y a los consensos que sugieren los gobiernos, Francisco decidió poner un pie en la fractura, la exclusión indígena, el narcotráfico, el feminicidio y la corrupción. Pero antes, tal como lo había adelantado Página/12 en la entrevista del 31 de enero de 2016 con la vaticanista francesa Constance Colonna-Cesari, el Papa abrió el libro de la historia para protagonizar una cumbre inédita con el patriarca Kirill, el primado de la Iglesia ortodoxa rusa. Ambos se entrevistarán el próximo 12 de febrero en terreno neutro, es decir en Cuba. El acontecimiento no tiene precedentes en la historia de las religiones. Se trata de la primera reunión de los máximos líderes de las dos iglesias luego de que, a partir de los antagonismos que las dividieron en el siglo IV después de Cristo, un cisma en el año 1054 las separara para siempre. Ese “siempre” conocerá el 12 de febrero una interrupción por demás trascendente. Francisco y Kirill se encontrarán en el aeropuerto de la capital cubana y firmarán una declaración conjunta pactada, al igual que la cumbre, en un tercer país y en el más absoluto de los secretos desde hace varios meses.
El peso de ambas iglesias difiere en mucho, aunque no su importancia geopolítica en un momento donde la confrontación entre Rusia y Occidente a raíz del conflicto en el Este de Ucrania es muy tensa. Esa confrontación pasa igualmente a través del terreno religioso. La Iglesia ortodoxa rusa mantiene relaciones conflictivas con la Iglesia greco-católica de Ucrania, la cual obedece a Roma. Las vicisitudes del destino han puesto a Francisco en la encrucijada de este conflicto de dos maneras: primero, porque los greco-católicos de Ucrania tomaron partido por la revuelta del Maidan. Con ello pusieron al Papa en una posición delicada: si los defendía, se distanciaba de los ortodoxos de Moscú, si los atacaba, abandonaba a una Iglesia de su orbe. Segundo, porque el actual arzobispo mayor de Kiev, Sviatoslav Schevchuk, habla el español con acento argentino: cursó estudios en el seminario de Don Bosco, en Buenos Aires, y en 2009 Benedicto XVI lo nombró obispo auxiliar de Santa María del Patrocinio, siempre en Buenos Aires. Sviatoslav Schevchuk fue además un ferviente partidario de los revolucionarios ucranios. Francisco caminó por una delgada cuerda floja durante varios meses. Kirill reconoció en un momento la posición “equilibrada” de la Santa Sede frente al perfil “extremadamente politizado” de la Iglesia greco-católica, a la que el patriarca de Moscú y de todas las Rusias llegó a calificar de “rusofóbica”. El acercamiento entre él y el patriarca ortodoxo de Moscú representa el segundo gran éxito de la diplomacia vaticana desde que Bergoglio llegó al trono de Pedro. Gracias a su mediación, en 2014, Cuba y Estados Unidos destrabaron el largo contencioso que los dividía. El Muro del Caribe cayó con la acción del Papa como es posible que caiga ahora el otro muro de las religiones.
Preámbulo
Es muy probable además que esta cumbre sea el preámbulo a la realización de un sueño que ningún papa contemporáneo pudo realizar hasta hoy: visitar Moscú. La Iglesia Ortodoxa Rusa reivindica unos 130 millones de fieles en el mundo, contra 1200 millones para la que representa Francisco. Según adelanta el comunicado conjunto de la Santa Sede y del patriarcado, la entrevista entre el Papa y Kirill durará una dos horas al cabo de las cuales ambos dirigentes firmarán una declaración común que, al igual que la cumbre, “marcará una etapa importante en las relaciones entre las dos iglesias”. El lícito reconocer que el papa argentino está animado de una sólida estrategia ecuménica y de una fuerte convicción en lo que atañe el acercamiento entre las religiones. El Estado Islámico y su expansión en Irak han, de hecho, acelerado esta pasarela. La defensa de los cristianos de Oriente ante la amenaza de los jihadistas del EI estrechó los vínculos entre católicos y ortodoxos y hasta modificó la línea no intervencionista del Vaticano. En 2014, el papa Francisco interpeló a la comunidad internacional para que interviniera en Irak y “detenga una agresión injusta”. El responsable de las relaciones exteriores de la Iglesia ortodoxa, el metropolita IIiarion, explicó precisamente que el eje de esta etapa de relaciones renovadas es la situación de los cristianos en Medio Oriente.
Francisco se apresta a darle cuerpo a un sueño que Juan Pablo II jamás pudo plasmar. Alejo II, es decir, el precedente patriarca de Moscú y de todas las Rusias, se opuso con vehemencia a que el papa polaco viajara a Moscú. La alfombra roja parece hoy desplegada para el papa argentino, tanto más cuanto que el territorio del encuentro, o sea, América y Cuba, responde al deseo de Kirill de no verse con el Papa en Europa, una zona geográfica a la que, a raíz de la posición de la Unión Europea con respecto a las aspiraciones de Ucrania, Kirill juzga como responsable del conflicto.
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