por Carlos Pissolito
El Embajador de los EEUU, Mark Stanley con los no mencionados sindicalistas. |
No es habitual iniciar un artículo que pretende ser serio con una anécdota personal. Pero, en este caso, creo que vale la pena.
Cuando me tuve que despedir de mis tareas como agregado militar adjunto en Washington DC, allá por principios del 2003, fui recibido por el Jefe de Inteligencia del Pentágono; ya que todos los agregados extranjeros dependíamos de él. Cabe aclarar que en durante mis funciones y tras haber vivido en el país del Norte la crisis del 2001, habían pasado nuestros cinco presidentes y se había iniciado el primer gobierno de NK.
En esos dos años y pico habíamos tenido con Fernando de la Rúa con una política de acercamiento y colaboración con los EEUU a una de tensa oposición con NK. Baste señalar, como ejemplo, que durante el gobierno del radical supimos tener más de 40 alumnos militares argentinos en distintos cursos en los EEUU, incluyendo un mayor desplegado con la 10ma División de Montaña desplegada en Afganistán; para pasar una drástica reducción que incluyó el rechazo de invitaciones muy especiales como era la beca para cadetes argentinos en la Academia Militar de West Point.
En aquella oportunidad y teniendo en cuenta las circunstancias descriptas, el general estadounidense ante mi imposibilidad de explicar nuestros cambios de política exterior, me dijo con una sonrisa: “ya volverán”.
Pasaron, varios años, pero volvimos nomás…
No se trata de enojarse, señor, señora. Se trata de tratar de comprender lo que está pasando, para intuir lo qué puede pasar y, en el mejor de los casos, qué hacer en cada ocasión que se nos presente como favorable.
Para empezar, hay que recordar que esto ya pasó. Más precisamente, durante el gobierno de CM en los años 90, cuando todos los políticos - de Izquierda, de Derecha y de Centro- se pusieron de acuerdo para apoyar al denominado Consenso de Washington. Una postura que exigió un pacto previo, el de Olivos entre CM y RA.
Para seguir hay que admitir que está pasando otra vez. ¿Y el pacto me preguntará Ud.? Le contesto, esta vez no fue necesario; pues las órdenes fueron claras y directas. Las impartió el propio embajador de los EEUU. Lo hizo, públicamente, en la reunión del Consejo de las Américas 2022. “Hagan una coalición ahora, no esperen la elección de 2023”, ordenó, claramente, Mark Stanley.
Aunque no hay que descartar que haya una suerte de formalización de un pacto como parece deducirse de los amagues de una reunión de conciliación entre CFK y MM. El objetivo ya está logrado.
Para explicar los porqués, hay que recurrir a la Geopolítica. Sucede que los EEUU y China se encuentran en una abierta competencia por sus zonas de influencia. Para los primeros fuimos siempre su patio trasero. Casi la última de sus prioridades estratégicas. Pero, los avances chinos en inversiones con la Nueva Ruta y Cordón de la Seda produjeron los celos del Gran País del Norte. De tal modo, que hoy por hoy, no hay analista estratégico estadounidense que no aconseje a sus mandantes políticos no recuperar la influencia perdida en la región.
Días atrás, ya los sindicalistas de la Izquierda habían hecho punta visitando al Embajador Stanley. Incluso uno de ellos tuvo la audacia de afirmar que éste era más peronista que muchos de sus compañeros peronistas. Alcanzando un punto, nunca visto antes, en personas afectadas por el Síndrome de Estocolmo, pues -hasta donde sabemos- no se encontraba en ninguna situación de peligro inminente.
No todo es despecho, nuestro país cuenta con dos recursos estratégicos claves: sus reservas de Litio y de gas. Ya Bolivia sufrió las maquinaciones de Elon Musk, uno de los principales usuarios del nuevo oro blanco y que propiciaron un golpe de Estado contra Evo Morales. Y, por su parte, el gas ha incrementado su valor, por las fuertes demandas europeas por el fluido, tras la guerra entre la OTAN y Rusia.
Y como si todo esto fuera poco están las apetecibles tierras negras de nuestra Pampa Húmeda, también, codiciadas por las previsibles pérdidas de las ucranianas, las que ya estaban en manos de los fondos de inversión estadounidenses como Black Rock. Lo que nos lleva a no descartar la maniobra ya intentada tras la crisis del 2001 del canje de deuda por tierras productivas.
A los efectos de certificar lo pactado ya se ha iniciado la peregrinación de políticos de uno y de otro lado de la grieta con destino a la capital del Imperio. Tal como lo atestigua el viaje de los autodenominados “gobernadores del Norte Grande”, junto con el jefe de Gabinete y el ministro del interior previsto del 26 al 30 de septiembre próximos.
Para terminar, hay que reconocer junto con el político francés Charles Murras, quien sostenía que toda desesperación en política es una estupidez y como nuestro Leonardo Castellani especificaba que se trataba de una tentación demoníaca.
Nosotros no estamos desesperados por esto que no es otra cosa que la certificación de nuestro status de colonia. Asumido por todas las facciones políticas. Lo que no hace más que remarcar su misma naturaleza antinacional. Pero, como no hay colonias prósperas, sabemos que como la anterior este arreglo no habrá de durar mucho. Ya que no habrá de dejar contentos, especialmente, a quienes -cada vez más empobrecidos- deban pagar los costos de la nueva entrega con la merma de sus sueldos, jubilaciones o ingreso que tengan.
Pero esta vez, el regreso puede ser mucho más breve que el anterior durante los años 90. Simplemente, porque los EEUU ya no son lo que eran. La hiperpotencia que proclamaba, a los cuatro vientos, el Nuevo Orden Mundial.
Hoy, al margen de sus profundos problemas internos, se encuentra seriamente desafiada en lo económico y tecnológico por China. Y como si esto fuera poco, en lo militar por Rusia.
Por lo que tenemos la muy fundada esperanza de que estas nuevas relaciones carnales serán un “touch & go”, tal como se dice en esa jerga amorosa.
P.S: los políticos argentinos sólo están nombrados por las iniciales de sus nombres, pues no merecen otra cosa.
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