Traducción del artículo: "COIN is Dead: U.S. Army Must Put Strategy Over Tactics", del Coronel Gian P. Gentile (1).
Traducción: J.L.U.
(1) Gian P. Gentile es un coronel en actividad del Ejército de los Estados Unidos y posee un doctorado en historia de la Universidad de Stanford. En 2006 comandó un batallón de combate en Bagdad Occidental, Irak. Los puntos de vista expresados acá son personales y no reflejan la visión oficial del Ejército de los Estados Unidos, del Departamento de Defensa ni del Gobierno de estados Unidos.
Tal
vez no haya una mejor medida del fracaso de la estrategia de los Estados Unidos
en la última década que el hecho de que tanto en Irak como en Afganistán, los
objetivos tácticos han sido usados para definir la victoria. En particular, ambas guerras han sido caracterizadas
por la obsesión de abarcar todo con los métodos y tácticas de la contrainsurgencia.
Por cierto, las tácticas de contrainsurgencia requieren perspicacia política y
cultural para reconstruir los gobiernos y economías de los países de las
naciones que la sufren. Pero entender los aspectos políticos de las tácticas de
contrainsurgencia es fundamentalmente diferente a entender los objetivos
políticos fundamentales de los Estados Unidos y definir así una estrategia de
costo-beneficio para alcanzarlos. Si se
quiere evitar repetir los errores de la década pasada, el pensamiento
estratégico de los Estados Unidos debe recuperar la habilidad para relacionar las campañas
operacionales de costo-beneficio con los objetivos políticos fundamentales,
mientras toma en consideración la política norteamericana y la voluntad
popular.
En la guerra, los resultados importan. Y en Irak y en Afganistán, la brecha entre los resultados prometidos y los realmente obtenidos es enorme. En Irak, Al Qaeda continúa ejecutando numerosos y mortíferos ataques cada mes contra las fuerzas de seguridad iraquíes. Los aspectos políticos fundamentales que dividen a las poblaciones étnicamente sectarias del país, todavía están por ser resueltos y los Estados unidos dejarán el país con su adversario regional, Irán, sentado en el asiento del conductor. Afganistán parece dirigirse por el mismo camino. Infortunadamente, estos resultados reales han sido oscurecidos por las falsas promesas de los métodos tácticos de la contrainsurgencia.
Antes que ver a los 10 años pasados en combate en Irak y Afganistán como un potente recordatorio de la complejidad de la guerra y, más importante, de los límites que la misma puede alcanzar, las fuerzas armadas de los Estados Unidos han abrazado la idea de que mejores tácticas pueden superar serios defectos en los niveles estratégico y político. El antiguo estratega chino Sun Tzu dijo hace miles de años que: “la estrategia sin táctica es un lento camino hacia la victoria,” pero que la: “táctica sin estrategia es el ruido antes de la derrota.” A pesar de ser todavía relevante, la brillante formulación de Sun Tzu de la relación entre la táctica y la estrategia no puede ser encontrada en ningún lugar en el pensamiento estratégico norteamericano actual.
El
Ejército de Estados Unidos tiene la necesidad fundamental de un razonamiento
sobre estrategia, uno que mire críticamente a los 10 últimos años de guerra y
haga preguntas importantes acerca de los métodos operacionales empleados. Desafortunadamente,
la única cosa de la que el Ejército parece capaz de hablar es de tácticas de
contrainsurgencia, bajo la imperfecta suposición de que la contrainsurgencia ha funcionado en
Irak y en Afganistán. Las narraciones triunfalistas sobre contrainsurgencia
permiten a los Estados Unidos presentar su retirada de Irak y eventualmente de
Afganistán, como una aparente victoria.
Pero la realidad en ambas guerras es que, a pesar del mucho dinero gastado y de
las numerosas buenas personas muertas y heridas, eventualmente nos retiraremos
sin haber alcanzado ninguna ganancia estratégica apreciable. Sin embargo,
algunos prominentes líderes militares y políticos norteamericanos continúan
creyendo que las operaciones en Irak y en Afganistán ofrecen algún tipo de rico
tesoro en lecciones para la guerra
futura.
El
pasado reciente confirma lo que sabemos de la historia, aquello que el General
norteamericano Matthew Ridgway expresó en 1905: “El propósito principal de un
ejército es estar preparado para combatir efectivamente en todo momento.” El
Ejército de los Estados Unidos debe estar orientado por sus conductores políticos a
ejecutar un “amplio espectro de misiones,”
incluyendo la
conducción de operaciones de contrainsurgencia y el actuar como una
fuerza policial en una ocupación en el extranjero. Pero primero y más importante, antes que nada, el Ejército
debe estar listo para combatir eficazmente en todos los niveles de comando.
Esto, y no la búsqueda de lecciones de valor estratégico de los últimos 10 años
de guerra de contrainsurgencia, debe ser el principio rector para los líderes
del Ejército cuando miran al futuro.
Las
futuras amenazas para las fuerzas terrestres prometen ser altamente letales, variando desde una guerra de un Estado
contra otro Estado, una guerra híbrida hasta una guerra de guerrillas de baja intensidad.
Fuerzas para acciones policiales basadas en infantería ligera y optimizadas para guerras como la Irak y
la Afganistán serán altamente vulnerables y suceptibles de sufrir una destrucción
catastrófica en este letal ambiente futuro. En cambio, los campos de batalla
terrestres futuros, demandarán una fuerza terrestre constituida alrededor de
los pilares de poder de fuego, protección y movilidad. Más aún, esta fuerza
terrestre futura necesita ser capaz de moverse y combatir en operaciones
dispersas y en una época donde el acceso a armas de destrucción masiva hace a
una fuerza terrestre que se concentra, vulnerable a la aniquilación. Mucho
tiene que cambiar en orden a la transformación del Ejército y a la Infantería
de Marina en formaciones terrestres de
este tipo, pero esa transformación es
crítica, y no será alcanzada si los pensadores militares permanecen
obsesionados con tácticas de contrainsurgencia.
Para
constituir formaciones terrestres norteamericanas para un futuro impredecible,
las operaciones de contrainsurgencia en Irak y en Afganistán ofrecen muy pocos
indicadores estratégicos. Decir lo contrario es conducir al Ejército y a la Infantería de Marina de
los Estados Unidos a la irrelevancia estratégica para los años y décadas
futuras.Traducción: J.L.U.
(1) Gian P. Gentile es un coronel en actividad del Ejército de los Estados Unidos y posee un doctorado en historia de la Universidad de Stanford. En 2006 comandó un batallón de combate en Bagdad Occidental, Irak. Los puntos de vista expresados acá son personales y no reflejan la visión oficial del Ejército de los Estados Unidos, del Departamento de Defensa ni del Gobierno de estados Unidos.
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