Soldados paraguayos en la Batalla de Curupayty en una trinchera contra las tropas aliadas. |
por Carlos Pissolito.
Un profundo misterio rodea a ciertos objetos militares como las banderas. Si bien todo soldado sabe que no se trata más que de un paño de colores unido a un simple palo. Le ha jurado lealtad en una ceremonia especial que no olvidará por el resto de su vida y con cuyo relato aburrirá, varias veces, a sus hijos y nietos.
Muchas veces, no fue extraño que estos objetos llegaran adquirir un simbolismo religioso como fue el caso del “oriflamme” medieval francés. O como las águilas consagradas con las que Julio César, en su rol de Pontífice Máximo, le entregaba a sus legiones. Bajo apercibimiento de muerte en caso de pérdida o de entrega al enemigo.
Hay en nuestra historia patria un episodio que marca, como ningún otro, esta devoción. La del abanderado Grandoli y en la batalla de Curupaity.
Corría la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay. Estando a cargo de las fuerzas aliadas, nada más ni nada menos que del presidente de la República Argentina, don Bartolomé Mitre.
Probablemente un gran estadista y un prolífico escritor, pero un pésimo conductor militar que perdería todos los combates reales en los que intervino. Como seria el caso del suicida ataque frontal contra la fortaleza de Curupaity.
Concretamente, el subteniente Cleto Grandoli, un rosarino que se había incorporado a las fuerzas patriotas con solo 16 años. Pero, que ya era un veterano que habia combatido en Yataytí-Corá, en julio de 1866, y en Boquerón y Sauce. Ganándose las estrellas de capitan. Es quien le escribe a su madre una última carta, en la que le dice:
“El argentino de honor debe dejar de existir antes de ver humillada la bandera de la Patria. Yo no dudo que la vida militar es penosa, pero, ¿qué importa si uno padece defendiendo los derechos y la honra de su país? Mañana seremos diezmados, pero yo he de saber morir defendiendo la bandera que me dieron".
Grandoli cumpliría con creces sus palabras. Su cadáver, junto a su amada bandera, fue encontrado al pie de las trincheras paraguayas de Curupayty, un 22 de septiembre de 1866. Entre ambos, contabilizaban 14 balazos y varios bayonetazos.
Hoy esa misma bandera con las manchas de sangre del Capitán Cleto Grandoli puede verse en el Museo Histórico Provincial Dr. Julio Marc, de la ciudad de Rosario.
Un profundo misterio rodea a ciertos objetos militares como las banderas. Si bien todo soldado sabe que no se trata más que de un paño de colores unido a un simple palo. Le ha jurado lealtad en una ceremonia especial que no olvidará por el resto de su vida y con cuyo relato aburrirá, varias veces, a sus hijos y nietos.
Muchas veces, no fue extraño que estos objetos llegaran adquirir un simbolismo religioso como fue el caso del “oriflamme” medieval francés. O como las águilas consagradas con las que Julio César, en su rol de Pontífice Máximo, le entregaba a sus legiones. Bajo apercibimiento de muerte en caso de pérdida o de entrega al enemigo.
Hay en nuestra historia patria un episodio que marca, como ningún otro, esta devoción. La del abanderado Grandoli y en la batalla de Curupaity.
Corría la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay. Estando a cargo de las fuerzas aliadas, nada más ni nada menos que del presidente de la República Argentina, don Bartolomé Mitre.
Probablemente un gran estadista y un prolífico escritor, pero un pésimo conductor militar que perdería todos los combates reales en los que intervino. Como seria el caso del suicida ataque frontal contra la fortaleza de Curupaity.
Concretamente, el subteniente Cleto Grandoli, un rosarino que se había incorporado a las fuerzas patriotas con solo 16 años. Pero, que ya era un veterano que habia combatido en Yataytí-Corá, en julio de 1866, y en Boquerón y Sauce. Ganándose las estrellas de capitan. Es quien le escribe a su madre una última carta, en la que le dice:
“El argentino de honor debe dejar de existir antes de ver humillada la bandera de la Patria. Yo no dudo que la vida militar es penosa, pero, ¿qué importa si uno padece defendiendo los derechos y la honra de su país? Mañana seremos diezmados, pero yo he de saber morir defendiendo la bandera que me dieron".
Grandoli cumpliría con creces sus palabras. Su cadáver, junto a su amada bandera, fue encontrado al pie de las trincheras paraguayas de Curupayty, un 22 de septiembre de 1866. Entre ambos, contabilizaban 14 balazos y varios bayonetazos.
Hoy esa misma bandera con las manchas de sangre del Capitán Cleto Grandoli puede verse en el Museo Histórico Provincial Dr. Julio Marc, de la ciudad de Rosario.
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