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por Martin van Creveld
Nota: Esta es una versión algo editada de un artículo que hice para una revista alemana. Aunque está dirigido a lectores alemanes y se centra en el estado de la Bundeswehr alemana, espero que también interese a algunos lectores no alemanes.
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La guerra es lo más importante del mundo. Cuando lo difícil se encuentra con lo difícil, gobierna sobre la existencia de cada país, de cada gobierno y de cada individuo. Como muestran, una vez más, los acontecimientos actuales en Tigray, ni los viejos ni los jóvenes son inmunes a sus horrores. Por eso, aunque puede llegar una vez cada cien años, se debe estar preparado para ella todos los días. Cuando los cuerpos yacen fríos y rígidos y los supervivientes lloran por ellos, es porque los responsables no han cumplido con su deber, dijo el antiguo comandante y filósofo chino Wu Tzu.
Para lograr algo grande se requiere la cooperación de muchas personas. Como, por ejemplo, cuando 100.000 hombres pasaron veinte años erigiendo la gran pirámide en Giza. Sin duda, el requisito de cooperación es similar, tanto en la paz como en la guerra. Sin embargo, la guerra no es como construir una pirámide. Antigua o moderna, lo que distingue a la guerra es que esta cooperación debe lograrse y mantenerse frente, no solo a todo tipo de dificultades, sino a un enemigo que, deliberadamente, intenta matarte.
Organizar, equipar, abastecer y entrenar un ejército ya es bastante difícil. Sin embargo, motivar a las tropas hasta el punto en que estén listas para dar sus vidas por la Causa, así como por cada uno de sus compañeros sí, lo es mucho más aún. A menos que uno esté imbuido de este espíritu, un ejército no es otra cosa que un palo corto. Desde la victoria griega sobre los persas en Maratón en 490 a. C. hasta la guerra árabe-israelí de junio de 1967, son innumerables los casos en que fuerzas pequeñas pero decididas chocaron con enemigos más grandes, más fuertes y mejor armados y los derrotaron.
La guerra es un camaleón; todo en ella sigue cambiando todo el tiempo. Incluyendo su tecnología, desde piedras y garrotes hasta armas láser, sus tácticas, su estrategia, su logística, su comunicación, su inteligencia, todo. Por el contrario, los requisitos previos para que el poder de lucha esté arraigado en la naturaleza humana han permanecido siempre iguales. César condecoraba a sus tropas con tachuelas de oro y plata. Napoleón dijo que los soldados son mandados por jefes que portan insignias de colores.
Los antiguos griegos tenían un dicho: X, o Y, fue valiente ese día. Lo que significa que el historial de una persona en la guerra tiene un uso limitado para predecir su desempeño futuro. Lo mismo se aplica al poder de combate de un ejército. El hecho de que haya peleado bien en el pasado no significa, necesariamente, que lo volverá a hacer. Y a la inversa.
El papel del poder de combate en la guerra no puede exagerarse. Pero, ¿cómo se crea y, lo que es aún más difícil, cómo se mantiene en el tiempo? La siguiente es una lista muy breve de los principios involucrados.
* La guerra es la continuación de la política con una mezcla de otros medios. Sin embargo, el poder de combate depende, solo en parte, de la política. Históricamente hablando, algunas sociedades despóticas lo han poseído en un grado muy alto. Por otro lado, como mostró Francia en 1939-40, las democracias no son necesariamente inmunes al derrotismo.
* Sea cual sea el régimen político, es fundamental que las tropas cuenten con el apoyo y respeto de la sociedad civil. Sobre todo, los soldados varones —aún hoy en todos los ejércitos, prácticamente todas las tropas de combate son hombres— deben gozar del apoyo y el respeto de sus mujeres. El derecho a "besar y ser besado", como dice Platón. O de lo contrario, ¿por qué deberían luchar?
* La causa por la que se convoca a las tropas debe ser o debe ser vivida, en todo caso, como justa. ¿Por qué? Porque ningún soldado es tan tonto como para dar su vida por una causa que considera injusta.
* Convertir reclutas en un ejército preparado para luchar y morir si es necesario requiere que conozcan y que confíen tanto en su comandante como entre ellos. Sin embargo, tal conocimiento y confianza no nacen en un día. Es por eso que las autoridades deben hacer todo lo posible para que las tropas permanezcan juntas el mayor tiempo posible. Como, por ejemplo, devolviendo a aquellos que se han recuperado de sus heridas a sus propias unidades en lugar de a un grupo centralizado.
* Otro prerrequisito indispensable del poder de combate es la disciplina. Tanto la confianza como la disciplina requieren que las tropas sean tratadas de una manera que sea y se considere justa. Las recompensas y los castigos deben distribuirse en proporción a los méritos de cada soldado, los riesgos que debe asumir y la responsabilidad que asume. También deben ser oportunos o, de lo contrario, perderán gran parte de su fuerza.
* La primera preocupación de los comandantes debe ser cumplir su misión. El segundo, cuidar de sus tropas; para hacerlo, deben vivir con ellos y compartir las alegrías y las tristezas con ellos. En general, la mejor manera de mandar es con el ejemplo.
* El poder de lucha es el resultado del esfuerzo, del sufrimiento y de la asunción de riesgos compartidos. Por el contrario, cualquier entrenamiento que no implique, al menos, algún peligro terminará por degenerar en un juego infantil.
* Finalmente, la forma manifiesta del poder de combate es lo que, en uno de mis libros, he llamado la cultura de la guerra. Incluyendo ciertas formas de comportamiento compartido, disciplina, vestimenta, símbolos, lenguaje, música, ceremonias, etc. Al igual que con la confianza, estas cosas, si han de significar algo, no se pueden desarraigar. Solo pueden surgir de una larga tradición y, en última instancia, de la historia. Sin duda, “lustrar los bronces” , como se le conoce, puede ser exagerado. En caso de que lo sea, puede convertir a un ejército en un ejército de robots sin alma; como, por ejemplo, sucedió con en el ejército prusiano entre 1786 (muerte de Federico el Grande) y 1806 (la desastrosa batalla de Jena). Por otro lado, un ejército que no puede mirar su historia con orgullo, en realidad, no es un ejército en absoluto.
*No soy alemán y no vivo en Alemania. Aunque he estudiado la historia militar alemana con cierta profundidad, la seguridad alemana actual tiene un interés marginal para mí. No soy yo, sino los alemanes quienes deberían responder a las siguientes preguntas: ¿tiene la Bundeswehr el poder de combate que necesita para luchar? Si no es así, ¿por qué? ¿Qué se puede hacer para cambiar la situación? ¿Cómo lidiar con un pasado no tan glorioso?
La respuesta, amigos míos, está flotando en el viento.
Traducción: Carlos Pissolito
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