por Carlos A. Pissolito
Danza de los siete velos. Gaston Bussière, 1925. |
No es raro que las cuestiones más prosaicas pretendan tener orígenes sublimes. La conocida danza erótica de los 7 velos, no es la excepción. La leyenda pretende que se inspira en la obligación de la diosa babilónica Ishtar de ir dejando sus prendas de vestir en cada una de las 7 puertas que la conducen al inframundo. Al que necesita entrar para proseguir la búsqueda de su amante Tamuz. En la primera de ellas, por ejemplo, se despojará de sus sandalias, luego de sus pulseras, de su ropa, de su corpiño, de su collar, de sus aros y, por último, de su corona de diosa. Totalmente, desnuda podrá entrar.
Tampoco es casual que muchas veces se la describa a la verdad, simplemente, con el adjetivo de “desnuda”. Es decir como algo no cubierto por velos; de tal modo que no quede nada librado a la imaginación de quien la contemple.
Tal parece ser el caso de las realidades complejas. Las que parecen estar lejos de presentarse sin ropas o velos que no dificulten su visualización por parte de un observador inquisidor. Ergo, para apreciarlas con exactitud es necesario que las despojemos de sus velos.
Y como nos lo cuenta el mito, esto no es inmediato, sino un proceso gradual a medida que se atraviesan las puertas que enmarcan el viaje. Pero, en el caso que nos ocupa, este proceso no se realiza de velo a velo; sino en forma progresiva con cada uno de ellos.
Sin embargo, la pandemia y sus consecuencias están facilitando este desarrollo de un develamiento progresivo mucho más veloz. De tal modo que varios de ellos ya han caído, al menos parcialmente, mientras que otros, todavía, resisten, cubren y ocultan.
Por ejemplo, está claro que las élites mundiales tienen un plan (1er velo), que los EEUU son sólo una democracia formal (2do), que el dragón chino se enrosca y se prepara (3er velo) y que el oso ruso avanza sobre Europa (4).
En forma paralela, también, es evidente que esas élites quieren nuestros recursos naturales para su propio beneficio (5to velo); mientras que si dirigimos nuestra mirada a nuestros vecinos regionales, básicamente, a Brasil y a Chile, vemos que ellos están en serios problemas (6to velo) de tipo social. Pero, el más importante de todos los velos para nosotros. No es otro qué el destino de nuestra querida Argentina (7mo velo), pero es uno que se mantiene firme.
Así y todo y teniendo en cuenta todo lo que falta por saber, tenemos suficiente desnudez a la vista para entrever cómo sigue la trama de esta tragedia. Aunque no se trate de nada nuevo. De algo que no hubiéramos sabido desde siempre. Aunque, es importante verlo convalidado por la evolución que muestra cada nuevo develamiento.
Tal como ocurre con las profecías o los pronósticos acertados que se hacen más evidentes cuanto más se acerca su cumplimiento. Siempre supimos, por ejemplo, que ninguna de las potencias, ya sea de una en ascenso, de una en disputa o en otra descenso sería una socio adecuado para nosotros.
La historia no da descuentos y no perdona errores. Sabemos que los largos años de subordinación al proyecto democrático norteamericano no se curarán con la adscripción ciega a la Nueva Ruta de la Seda china. Como lo supimos siempre, será necesario manejarse con una prudente Tercera Posición.
Salir del laberinto de nuestra decadencia implica mirar y salir por arriba. O en otras palabras, tener una causa final que nos inspire para hacerlo y que nos indique hacia dónde y por dónde hay que hacerlo. Porque, como decían los escolásticos: “lo primero en la intención es lo postrero en la ejecución”.
Para nosotros, los argentinos ese modelo está claro. Se basa en el proyecto de independencia, en el marco de una Patria Grande, establecido por el general don José de San Martín, luego, defendidos por el gobernador de Buenos Aires y sistematizados finalmente, en la doctrina Justicialista enunciada por Juan Domingo Perón.
Al respecto no nos deben confundir los errores personales que cada uno de estos personajes históricos pueden haber cometido en el desarrollo de sus funciones de gobierno o, hasta, en sus vidas personales. Se trata de fijarnos y de interpretar su modelo. Uno que bien puede resumirse en el lema: soberanía política, independencia económica y justicia social.
Un problema no menor es que los que se dicen herederos de este ideario han hecho, hasta ahora, muy poco para honrarlo. Todo lo contrario. Primero, buscaron infiltrar al movimiento nacional desde la Izquierda, hoy, quieren hacerlo desde el Progresismo globalista.
Sea como sea, nos queda la doctrina como un modelo a seguir. Especialmente, hoy cuando los países de nuestra región, especialmente Chile y Brasil y hasta fuera de ella como los EEUU, buscan acercarse a esas ideas, aunque no lo proclamen, aunque -incluso- no lo sepan. Pero, sucede que la Argentina llegó a ellas hace 70 años. Y allí radica su ventaja y la esperanza para su resurrección.
Y esto es así porque la doctrina Justicialista es universal. Resume en su seno los ideales de la Filosofía griega clásica, del Derecho Romano y de la Doctrina Social de la Iglesia. Aunque los exprese en criollo y en nuestro idioma. Conforma el único intento exitoso de concretarlos, políticamente, en el Siglo XX. Por lo que contiene la promesa de poder volver a hacerlo en este siglo.
4 comentarios:
Parece que los herederos y el propio creador de la doctrina perdieron el rumbo. Y nos llevaron a un callejón sin salida y con el riesgo que nuestra patria estalle en 20 republiqutas . El camino del infierno está tapizado de buenas intenciones.
La verdad mí Coronel, veo mucha teoría y nada aplicable verdaderamente.
Y como usted mismo lo dice, sólo ha servido el peronismo para el enriquecimiento de sus líderes,y además, como un ente generador de pobres, que muy lejos lo veo de la Doctrina Social de la Iglesia.
Además, de que manejaron y manejan las libertades individuales consagradas en nuestra CN cómo se le cantan los cojones (u ovarios).
Particularmente, aparte de la VIDA, la Libertad es el otro DON más grande que nos dió el creador; y de eso, la doctrina peronista dice poco.
Un abrazo grande desde Yala Jujuy
sabias palabras...
Excelente! La Tercera Posición del General Perón es la respuesta.
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