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domingo, 27 de noviembre de 2011

¿Se puede ser cristiano sin saberlo?


Por el Dr. Abelardo Pithod (*).


La Escuela de Atenas, Rafaello Sanzio (1483-1520)

Que hay una declinación del cristianismo como práctica religiosa parece indiscutible. Pero de ahí a creer que el cristianismo como civilización haya concluido hay una gran distancia. Bastará un ejemplo para entenderlo: nuestro mundo actual está aún signado por una noción desconocida hasta el cristianismo, la noción de  persona.

Es menester recordar que en el paganismo greco-romano ni las mujeres, ni los niños ni los esclavos eran propiamente personas. Hicieron falta muchos siglos de cristianismo para que prevaleciera la idea de persona aplicable a todo ser humano, sin distinción de raza o condición, de la que se deducían sus derechos universales e inalienables. “La persona es lo más perfecto en todo el ser”, dijo con su habitual laconismo y precisión Tomás de Aquino.   

Dicho esto volvamos a nuestro título: “ser cristiano sin saberlo”. Podemos ser poco religiosos o nada, pero culturalmente somos cristianos,  aunque no sepamos que lo somos, es decir nuestros supuestos mentales,   nuestra filosofía de vida, nuestro derecho, los principios de convivencia social, en síntesis, el mundo en que vivimos tiene aún mucho de cristiano.

Es cierto que hay, concomitantemente, un proceso de neopaganización. En una visita a Québec, Canadá, vimos un hermoso templo que, sencillamente, se vendía. En Nueva York había otro convertido en “night club”. Pequeños síntomas muy decidores. ¿Somos cristianos que nos estamos haciendo paganos? Creo que somos más cristianos que paganos, con un cristianismo crepuscular, por cierto, pero  presente. Al afirmarlo pienso especialmente en nuestro país. Nos queda bastante de cristianos, sin saberlo.   

          Qué futuro nos espera y hacia dónde vamos es la pregunta crucial. En lo inmediato la impresión es que seguirá el proceso de descristianización. Pero puede detenerse y aún, quién lo sabe, cambiar de signo.

          Es demasiado lo que nuestra sociedad se juega con la descristianización. El mundo pagano era un mundo plagado de crueldad y de demonios. Piénsese solo en el Circo romano y sus sangrientos espectáculos. No tomamos conciencia de que con la paganización estamos perdiendo la humanitas occidental, que es un tesoro de valores. Arrancando de Grecia pasó a Roma, al cristianismo, y a la propia modernidad y en retazos ha llegado a nuestros días. Costó mucho conservar y enriquecer ese tesoro y darle nuevas formas de vida. Esto, ni más ni menos, es lo que está hoy en cuestión. Seamos o no creyentes, ¿cómo perder conciencia de semejante legado cultural? Europa se suicida, me dijo no hace mucho un gran psiquiatra español, Aquilino Polaino. Nosotros, argentinos, estamos incluidos en el ámbito europeo, ¿cómo vamos a cometer el desatino de suicidarnos culturalmente? Son demasiados los males que se derivarían de este proceso: olvido del respeto a la dignidad de la persona, aumento de la agresión y la violencia, tiranías explícitas o camufladas, en fin, pérdida de los dones de la vida, esa “no comprada gracia de la vida”, de que habló el escritor inglés Edmund Burke en el siglo XVIII.  

La vida exige ser cuidada. Es la tarea del hombre, “pastor del ser”, como dijera Heidegger, y de la mujer, cuidadora de la  vida.

 (*) Abelardo Pithod nació en Argentina. Es doctor en Sociología en la Universidad de París, Sorbonne. Licenciado y profesor en Filosofía por la Universidad Nacional de Cuyo. Se ha especializado en psicología social. Investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina. Autor de varias publicaciones. 

     

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